5 noviembre, 2024
Jaime Nicolau / Fotos: RRSS Ayuntamiento de Utiel
Dentro de la desolación absoluta en la que nos ha dejado la DANA, hay respuestas que reconfortan en lo humano. Ayer lunes, la DOP Utiel-Requena lanzaba un comunicado tras el brutal impacto de la DANA en su territorio. En uno de los párrafos rezaba lo siguiente:
«Nos emociona ver cómo nuestros viticultores se han volcado a ayudar saliendo con sus tractores y arrimando el hombro para limpiar calles, bajos y casas. Su solidaridad y entrega son un recordatorio del espíritu fuerte y generoso que caracteriza a nuestra gente, siempre dispuesta a cuidarse mutuamente cuando más se necesita».
Lo mismo hacían los arroceros, con el alivio de haber salvado la cosecha por días. Decenas de tractores de varias poblaciones arroceras se movilizaron para ayudar a despejar las carreteras de acceso a las localidades más afectadas poniendo a disposición de los cuerpos de seguridad y los servicios de emergencia sus medios para apartar el barro y los coches accidentados que bloqueaban los accesos.
Es una lección de vida. No les ha hecho falta que nadie les pidiese nada. Tampoco que nadie autorizase nada. Bendita decisión al margen de los formalismos, los protocolos, las peticiones, las no-peticiones y la madre que los parió a todos. Han estado ahí cuando no había nadie. Cuando faltaban manos y máquinas y mientras otros perdían un tiempo valiosísimo tirándose mierda. Los unos a los otros y los otros a los unos.
Y es la segunda lección de vida que nos dan en poco tiempo, desgraciadamente. Ya lo hicieron en pandemia, con un sector agrícola que se volcó con la sociedad. Y lo han vuelto a hacer ahora. Dijimos que jamás lo olvidaríamos. Prometimos que los tendríamos en cuenta y que íbamos a vivir de otra manera… pero en unos meses se nos olvidó. Joder, que no vuelva a pasar. Porque la gente del campo es un valor seguro. Porque nunca fallan. Porque siempre responden. Porque siempre están ahí. No cometamos el mismo error.
Es mucha la gente que ha ayudado, por supuesto. La foto diaria del puente de la solidaridad es histórica y se estudiará en los libros. Mención merece también la hostelería valenciana. Con estrella y sin estrella, cocineros y cocineras se han puesto manos a la obra para llevar comida allá donde hiciera falta. Para quitarse el sombrero.
Y es en estos momentos de tremenda pena en la que estas cosas calan y llegan al corazón. En las buenas estamos todos, en las malas siempre están ellos. El sector más resiliente vuelve a darnos una lección de vida. Algo que puede extenderse a la sociedad valenciana, muy por encima de la clase política.
Mucha fuerza a tod@s!
Se advierte al usuario del uso de cookies propias y de terceros de personalización y de análisis al navegar por esta página web para mejorar nuestros servicios y recopilar información estrictamente estadística de la navegación en nuestro sitio web.
0 comentarios en