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La cultura del vino en la Colección Thyssen-Bornemisza

26 mayo, 2017

vino, museo, Thyssen, arte, Gastronomía, Madrid

Willem Claesz. Heda. Bodegón con pastel de frutas y diversos objetos, 1634.
COPYRIGHT © Fundación Thyssen-Bornemisza. Madrid

Por Maria Salvador y Vanessa Bó

Una de las formas más originales de descubrir la historia del vino es a través del arte. Una visita a la colección permanente del Museo Thyssen-Bornemisza nos ilustra sobre los orígenes del vino pero también sobre anécdotas tan curiosas como su papel frente a las bacterias en una Europa carente de alcantarillado o su conversión en símbolo de la sociedad de masas de principios del siglo XX.

De la mano de los especialistas Juan Pan-Montojo y Teresa de la Vega, el recorrido temático La Cultura del Vino consta de 19 obras comprendidas entre 1509 y 1919. Arranca con el papel del vino tradicionalmente asociado a los rituales religiosos y a la vida cotidiana con La Virgen y el Niño con un racimo de uvas, obra de Lucas Cranach, El Viejo, y finaliza con las vanguardias del siglo XX, con el madrileño Juan Gris, una de las principales figuras del movimiento cubista, y su lienzo Botella y frutero, 1919.

En La Virgen y el Niño con un racimo de uvas el símbolo que retiene nuestra atención es el racimo que sostiene la Virgen, relacionado con la Eucaristía y con el papel de redentor de Jesús. El cristianismo, al igual que el judaísmo y las religiones paganas clásicas, otorgó un significado muy especial a la vid. Según algunos cálculos, la vid y el vino se citan casi cuatrocientas veces en la Biblia. Como elemento imprescindible del culto, se producía vino allí? donde se levantaban templos cristianos.

Con la caída del Imperio romano, la producción y el consumo vinícola experimentaron un claro retroceso en Occidente, aunque no desaparecieron gracias a los monasterios y a la nobleza.

Varios son los aspectos del vino, más allá de su función religiosa, plasmados en el itinerario patrocinado por la Fundación para la Cultura del Vino. Aparece como identificador de los poderosos, vehículo de socialización, objeto de intercambio económico, estimulo de los sentidos o fuente de salud.

Tanto conventos como monasterios, hospitales, asilos u hospicios repartían habitualmente vino como sustancia nutritiva, además de encarnar virtudes terapéuticas. En un mundo en el que no existían sistemas de depuración del agua, la calidad de esta dejaba mucho que desear y transmitía enfermedades, el vino se consideraba una bebida higiénica. Estudios actuales han demostrado que la mezcla de una determinada cantidad de vino en el agua, práctica muy extendida en el consumo popular, podía acabar con las bacterias causantes de las fiebres tifoideas y aminorar su impacto.

Respecto a su función identificadora de clases, desde la Antigüedad, el vino ha sido un elemento inseparable de los banquetes de la clase alta. El tipo de vino, su calidad y la forma de consumirlo marcaban distancias sociales.

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Juan Gris. Botella y frutero, 1919.
COPYRIGHT © Fundación Thyssen-Bornemisza. Madrid

Aunque ha habido cambios en las jerarquías de los vinos, según los guías del recorrido cabe encontrar algunos rasgos comunes: durante la Edad Media y el Renacimiento, los vinos blancos dulces y de elevado grado alcohólico, sobre todo moscateles y malvasías, fueron los favoritos de las buenas mesas. En los llamados vinos de honor, se recurría con frecuencia a vinos importados de ultramar, que constituían un lujo. Los vinos exóticos, los vinos limpios y puros (sin la adición de agua de las mesas populares) eran generalmente los preferidos por las élites.

Entre el siglo XVI y finales del XVIII, los vinos blancos fueron considerados más aptos para quienes realizaban tareas intelectuales frente a los tintos, que eran recomendados a los que ejecutaban trabajos físicos. Sin embargo, los claretes y los tintos, en especial los generosos, fueron ganando el favor de la aristocracia.
Hacia 1919, los vinos se hallaban ya divididos en los cuatro grandes grupos que todavía podemos reconocer hoy: los vinos naturales superiores, los vinos generosos, encabezados o licorosos, los vinos espumosos y los vinos comunes o de pasto.

La ruta pictórica finaliza con las obras Cocina alpina, 1918, de Ernst Ludwig Kirchner, y la mencionada Botella y frutero, de Juan Gris, un bodegón donde a través de la tipografía el autor juega con dos símbolos de la sociedad de masas: el vino y el periódico.

Los recorridos temáticos del Museo Thyssen- Bornemisza se ofrecen a grupos turísticos a puerta cerrada antes de las diez de la mañana, como una forma de despertar con el Museo. Pero también se pueden realizar de forma individual adquiriendo una entrada y una audio-guía. Este formato está disponible para los recorridos de la Moda, Las Joyas, El Quijote o Amor Diverso (LGTBI), que acaba de ponerse a disposición del público con motivo de la celebración de la WorldPride 2017 en Madrid.

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