15 octubre, 2021
Texto: Jaime Nicolau / Vídeo y Fotos: Fernando Murad y Vicente Escrivá
Cuando hace 11 años la quinta generación de la familia Valsangiacomo apostó por el proyecto de los viticultores de San Juan, pequeña pedanía requenense que su padre Arnoldo conocía desde hacía décadas, tenía claro que la palabra respeto iba a imperar. Comenzaron por recuperar la bodega, con sus espectaculares depósitos de cemento crudo que un día los viticultores de esta cooperativa construyeron con sus propias manos, revistiéndolos con azulejos de sus casas, capazo a capazo, ladrillo a ladrillo. Lo hicieron convencidos, allí estaban los enólogos Arnoldo Valsangiacomo y Modesto Francés para atestiguarlo, de que podían ser el complemento perfecto para esa excelente materia prima que tenían con un viñedo excepcional.
Y si hay una parcela especial dentro del proyecto esa es El Albardín. Allí comienza nuestra visita. La cuadrilla de vendimiadores corta los últimos racimos de bobal de unas viñas casi centenarias que habitan felices en un entorno mágico, respetado al máximo con un cultivo ecológico. Respeto por el lugar, por las viñas y por el entorno. Allí Marta Valsangiacomo, quinta generación de la familia, nos explica el proyecto junto a Modesto Francés, enólogo de la bodega. Realmente mirando la viña sobran las palabras porque se respira pureza, esmero, mimo y los racimos en las cajas hablan por sí mismos.
Con esa última parte de la cosecha, porque hoy acaba la vendimia, tomamos rumbo a la bodega de San Juan. Nada más entrar te das cuenta que tiene duende y un halo especial. Los depósitos de cemento se suceden, chapados en un azul celeste en la parte exterior, con algunos rayos de sol iluminando los pasillos. Todo está listo para que entre la uva de El Albardín. La espera el último depósito recuperado del proyecto. Uno de los bodegueros nos abre la boca del depósito al tiempo que bajan una luz tenue desde la parte superior y contemplamos la belleza de su interior. El cemento y los azulejos antiguos dibujan un conjunto que nos remonta a otros tiempos. De nuevo el respeto se palpa.
Y comienza a caer la uva que acaban de cortar delante de nosotros apenas unos minutos antes. Y el depósito cobra vida y respira felicidad. Y la uva se siente a gusto para comenzar un proceso que dará luz a una nueva añada. «El depósito de cemento permite una oxigenación perfecta sin incorporar ningún maquillaje al vino al tiempo que amansa la fuerza de la variedad bobal. La redondea de una manera excepcional», nos cuenta Modesto. Otra vez respeto, en este caso a la pureza y singularidad de la variedad autóctona.
Llega Carlos Valsangiacomo, CEO de la bodega y también miembro de esa quinta generación de la familia. Y con él vemos toda la gama de productos que nacen de este bello proyecto. Y catamos Bobal de Sanjuan tinto para entender el por qué de todo. Un vino que es pura fruta, de entrada amable y en el que la variedad habla casi susurrando. Es el producto que pone el broche al proyecto. Un proyecto que se basa en el respeto a la tradición, a la viña, al trabajo de las generaciones anteriores y a la variedad autóctona que es estandarte de la comarca.
Así se escribe la historia de un bobal de viñas viejas que duerme feliz en depósitos de cemento. Una palabra lo define todo: RESPETO.
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