7 junio, 2021
David Blay
Hubo un tiempo, ya entrada la crisis de 2007 en nuestras vidas, donde internet y los emergentes teléfonos inteligentes comenzaban a coparlo todo y había (decían) que ser muy insensato para tratar de dar lustre a un proyecto en papel. Y ellos lo hicieron.
Hoy, en la era de los libros electrónicos, el ocaso de los pequeños comercios y las compras por Amazon, las editoriales se repliegan a grandes autores e introducen influencers para rascar ventas. Pero ellos deciden montar una propia, que hable de temas outsiders y apueste por la calidad no solo en la escritura, sino también en la ilustración y hasta en el tacto.
Javier Márquez Sánchez y Rodrigo Varona conocen de sobra el mundo gastronómico, pues han recorrido el planeta contándolo y todavía siguen ligados de múltiples maneras a él.
Y lo que se suponía una evidencia era que en algún momento, tras escribir conjuntamente ‘Fuera de carta’, habiendo hecho nacer Muddy Waters Books el comer y el beber iban a estar presentes de manera secuencial en las elecciones de autores y temas que realizaran.
Lo que se sale de lo común es que Manuel Villanueva, alguien habituado a exponerse (director general de contenidos de Mediaset España) pero apenas reconocible por quienes siguen a diario sus productos televisivos, encarne al conversador que vertebra 30 historias delante del muy especial para los editores restaurante Asturianos.
Como tampoco es habitual que quienes se sienten a esa mesa para desnudarse (metafóricamente) sin ambages, huyendo de los formatos hoy liderados por youtubers, sean nombres como Alejandro Sanz, José Coronado, Raúl del Pozo, Martín Berasategui, Juan Echanove, Susi Díaz o Javier Sardà.
‘Palabra de vino’ es, en estos tiempos acelerados (y desacelerados por obligación debido a la pandemia) un homenaje al dejar pasar las horas con gente que te importa dejando fluir los temas de que hablar y ayudándote de tu vino favorito. Hasta el punto de que cada una de las etiquetas que prueban los protagonistas se incluyen en el anexo final para quien quiera descubrirlas o volver a degustarlas si ya los conocía de antaño.
Durante el tiempo en el que no pudimos salir de casa, o donde sí teníamos la potestad de hacerlo pero no de sentarnos en cualquier mesa gastronómica, muchos decidieron contribuir a la continuidad de la industria encargando botellas a domicilio y compartiéndolas con las personas que les acompañan en el camino.
Hoy, y ojalá en el futuro, la libertad nos permite aposentarnos en cualquier terraza sin mirar el reloj para disponer de nuestro tiempo con nuestra gente como nos venga en gana.
Y es así como hay que leer este libro. No hace falta hacerlo del tirón. Basta con que, cada día, te apetezca aparecer como invitado en una de sus conversaciones. Como si fuera una nueva copa de vino que degustar. Y a la que abrir todos los sentidos.
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