25 junio, 2021
Texto: Jaime Nicolau / Fotos y Vídeo: Fernando Murad y Vicent Escrivá
Hubo un tiempo en el que la cima de Les Alcusses estuvo habitada por los íberos. Construyeron su atalaya sobre un paisaje bello y fértil, convencidos de poder sacar de esas tierras todo lo necesario para poder vivir. Han pasado 2.400 años y la vida sigue igual. Hoy, parte de aquellos íberos son un puñado de viticultores enamorados de su paisaje que luchan a diario por que la vida sea un poquito mejor para las gentes de sus pueblos. Y en este territorio que triangulan las poblaciones de Moixent, La Font de la Figuera y Fontanars dels Alforins, salpicado de bodegas familiares, encontramos Celler del Roure. Se ha convertido en uno de los santuarios del mundo del vino valenciano y basta con visitar el proyecto de la familia Calatayud para entender por qué. Nos recibe Pablo aunque después se sumará, a la hora del almuerzo, su padre Paco. Con Pablo, parte de su equipo: Paco Senís y Ferrero, el hombre del campo. Viñedo, bodega fonda, tinajas, bodega nueva, barricas… y paisaje, mucho paisaje.
Empezamos por el viñedo. El proyecto de Celler del Roure lleva años apostando por recuperar variedades autóctonas casi perdidas, representadas principalmente por la mandó, con la que han conseguido excelentes resultados, pero bien acompañada por la Arcos o la Verdil, con permiso de otro grupo de uvas comandadas por la monastrell. «Estamos en un territorio mágico presidido por nuestra querida montaña de Les Alcusses, con el poblado ibérico. Nuestro proyecto se basa en una mirada cariñosa y respetuosa a la historia y para eso es muy importante el proyecto de recuperar variedades autóctonas que son tesoros vegetales», nos explica Pablo Calatayud.
Y en esa mirada al pasado han ido dando pasos dibujando en su cabeza cómo serían esos vinos que harían aquellos primeros pobladores. Y en ese dibujo ha jugado un papel fundamental el barro, primero con la Bodega Fonda llena de tinajas enterradas que recuperaron con tal mimo que hoy se ha convertido en una joya. Después con las propias tinajas, con las que han llevado a cabo importantes trabajos de investigación junto al mundo universitario. «Para nosotros el barro forma parte de nuestra historia». Ahora en Celler conviven dos familias de vinos: «los vinos antiguos son los que elaboramos en tinajas de barro con las variedades autóctonas recuperadas y los vinos clásicos que son los que hacemos pasar por barricas y que también han sido y son muy importantes en nuestro proyecto», argumenta Pablo.
Hay una frase que se repite una y mil veces durante la visita. Da igual que estemos en el viñedo, en la bodega fonda o en la sala de barricas. «Embotellar el paisaje es ponerlo en valor y la mejor manera de protegerlo. Tenemos la posibilidad gracias al vino de mejorar la vida de nuestros pueblos». No es una frase vacía, es una auténtica declaración de intenciones. Sentado en una silla bajo un cañizo, con las gallinas pasando por detrás de él y los tres burritos que ya forman parte de la familia de Celler del Roure, Pablo espera paciente la llegada de su padre Paco.
A sus 89 años se encuentra en plena forma y todavía se da el capricho de atender alguna visita con una energía que contagia. Llega a tiempo antes de que empiecen a desfilar de manera armónica platos y copas que bien representan la gastronomía local. «No hay mejor manera de terminar una visita que con un almuerzo a base de coques i embotits de la zona, porque por el estómago también se conquista a las personas. Y si al almuerzo le quieres poner una guinda estupenda, ahora hemos podido cerrar el círculo con Casa Pitxó, una masía recuperada en la que mi hija y su marido dan buena muestra de la gastronomía de la zona con el arrós al forn o los gaspatxos hechos a leña. Y se van satisfechos diciendo que día más bueno he pasado en Moixent. Y eso es lo importante», señala Paco como si el enoturismo hubiera formado parte de su vida siempre. La hospitalidad entendida desde la pasión por un territorio.
Toca brindar. Y vamos con Les Prunes, un bello rosado de mandó criado en tinaja de la saga Les Filles d’Amàlia. Es el homenaje de Pablo y Paco a las mujeres de la casa. «Amalieta va per tú», brinda Paco mirando a los ojos de una mujer que le ha permitido ser lo que es en la vida. A su lado a Pablo se le humedecen los ojos.
Y es que la pasión inagotable es el ingrediente secreto y mágico que hace que Celler del Roure emocione. Porque de eso va todo esto, de emocionarse para emocionar.
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Un comentario en
amparo el 26 junio, 2021 a las 9:19 am:
Una bodega con encanto y que nadie debería perderse. Unos vinos con una excelente calidad que tiene detrás un GRAN TRABAJO.
Enhorabuena a Pablo y el señor Paco!
Enhorabuena por el equipo humano que hay detrás