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Caballeros andantes defensores del viñedo viejo y las variedades autóctonas

10 julio, 2019

. «El vino no tiene idiomas; tiene un idioma universal»

. «La superproducción está llevando a la ruina, con precios que se derrumban, calidades pésimas y necesidades importantes de agua que no son ecológicas»

Mª Carmen González

Un italiano, un australiano, una búlgara y un señor de Albacete. Podría ser el inicio de un chiste, pero es la esencia de un proyecto vitivinícola muy especial: Cien y Pico. Cuatro enólogos de cuatro nacionalidades diferentes, cuatro caballeros andantes que, en tierras quijotescas, luchan contra los gigantes de la superproducción y con sus armas de bien se convierten en adalides defensores del viñedo viejo y las variedades autóctonas y que demuestran que, en esto del vino, «no existen los idiomas ni las fronteras».

Nicola Tucci, Zar Brooks, Elena Golakova y Luis Jiménez son los cuatro caballeros errantes y andantes que, desde 2006, desarrollan el proyecto de Cien y Pico, una bodega adscrita a la DO Manchuela empeñada en defender las variedades autóctonas, como la garnacha tintorera, la moravia o la bobal, y que lleva la calidad por bandera.

El nombre de uno de los vinos de la bodega, Knights Errant (caballeros errantes), define a la perfección la filosofía de este proyecto singular. «Somos caballeros errantes, andantes, porque nuestra ideología es preservar esos viñedos viejos que se llevan arrancando desde hace años y apostar por las variedades autóctonas para mostrárselas al mundo», explica Luis Jiménez. Y es que en el mundo del vino «lo que se busca son cosas originales».

«Lamentablemente, hay una dinámica en los últimos años de arrancar viñedos viejos en vaso y poner grandes explotaciones en espaldera, con riego y producciones altas. Creemos que esto es un error absoluto, que lleva a grandes producciones, a bajada de precios y a una calidad muy homogénea, que hace que todo el mundo haga vinos iguales», señala Jiménez.

«Luchamos para que esa viña no se destruya, porque es un patrimonio único«. «Nos damos cuenta de que lo que se valora es que la cepa esté arraigada al suelo, con raíces profundas, que exprese el suelo donde está cultivada». «Ahora se da dinero desde las instituciones para arrancar viñas y poner otras impresionantes en espaldera, con goteo y vendimia mecanizada y no, eso no es calidad, y nosotros buscamos calidad». «Que cada uno haga lo que quiera, pero los caballeros errantes luchamos por preservar esos viñedos viejos», destaca el enólogo albaceteño.

En este sentido, afirma, luchan cual quijotes contra gigantes, «pero se está demostrando que la superproducción en Castilla-La Mancha y en otros lugares está conduciendo a la auténtica ruina, porque los precios se derrumban, tienes calidades pésimas y tienes necesidades importantes de agua que no son nada ecológicas». «Nosotros preferimos calidad y cantidad adecuada, que la uva exprese el clima, y apostar por nuestras variedades autóctonas, que son maravillosas y que están aquí y no en otros sitios. No te vas a ir a un mercado internacional a ofrecer cabernet, syrah o chardonnay que están en todas partes».

Precisamente, lo que fascinó a Nicola, Zar y Elena fueron esos viñedos viejos de Manchuela «que no habían visto en otros lugares del mundo» y variedades autóctonas como la bobal o la garnacha tintorera. «Muchas veces tiene que venir gente de fuera a enseñarte lo que tienes en tu casa», afirma Jiménez.

Variedades autóctonas

De la garnacha tintorera García afirma que es una variedad «maravillosa», con una «grandísima intensidad», con una «expresión y una expresividad tremendas», un color y una fruta muy buenos y una capacidad de envejecimiento espectacular, que habitualmente se vendía para mejorar otras variedades. Ahora, sin embargo, «ya hay grandes enólogos que están haciendo cosas con garnacha y están demostrando que es una pasada». Una variedad que «cuando madura bien da esos toques especiados, de cacao, de aceituna negra, que son maravillosos y muy personales.

De hecho, Knights errant, un vino muy reconocido, está elaborado 100% con garnacha tintorera. En 2009 fue premiado como vino singular, «que no quiere decir que sea mejor o peor, pero sí que no hay otros que se le parezcan, y esto es algo interesantísimo».

Doble pasta‘ es otro de los vinos 100% garnacha tintorera de Cien y Pico, mientras que «Viña La Ceja» está elaborado con esta variedad junto a la bobal, otra de las variedades fetiche de la bodega. Con bobal, «esa variedad tan mediterránea, con toques muy frutales y con fruta roja, que huele a higuera y hierbas mediterráneas», elaboran ‘En Vaso‘, «en honor a las viñas bajas en vaso que hay», y ‘Winemaker’s Gallant‘ (enólogo simpático).

Se trata de vinos que se dedican, principalmente, a la exportación (90%), quizás porque los socios de la bodega trabajan mucho fuera de España. «Zar vive en Australia y viene dos veces al año; Nicola se mueve por toda la bota de Italia, Eslovenia, Ribera del Duero…», explica García. Los principales mercados son Reino Unido, Estados Unidos, Corea del Sur, China, Australia y Holanda. En España la venta se centra en Castilla-La Mancha y zona centro.

Sobre el mercado nacional, Jiménez indica que es «complicado» y que le falta «mucha cultura del vino». «Está muy encasillado, con mucha ‘riojitis‘ o ‘riberitis’, y cuesta que la gente entienda la biodiversidad que hay en España, los grandes vinos que hay en cada zona, como aquí en Manchuela, Valencia, el Bierzo…». «No es más fácil vender al exterior; es más sencillo encontrar Cien y Pico en Londres o en Adelaida que en Madrid», afirma.

Cien y Pico nace en 2006. Un grupo de amigos enólogos de diferentes partes del mundo «se dan cuenta del gran potencial» que tiene Manchuela y deciden hacer un vino juntos. El proyecto comenzó con garnacha tintorera en la zona de Pozo Lorente (Albacete) y continuó con bobal. «Ha sido un proyecto muy interesante que me ha enseñado mucho del mercado internacional; de cómo valoran nuestros vinos en el mundo», señala Luis Jiménez.

Cada uno de los cuatro socios han aportado su experiencia internacional al proyecto. Más allá de esta contribución, la nacionalidad no se nota a la hora de hacer vino. «El vino te habla y no hay fronteras, no hay nada; delante del vino todos hablamos el mismo idioma«.

Cien y Pico no tiene una bodega física, sino que elabora en diferentes lugares, como Pozo Lorente o Alborea. En la actualidad tiene cinco vinos y produce unas 60.000 botellas. No obstante, tiene previsto aumentar su portfolio. «Estamos trabajando con variedades autóctonas y estamos meditando hacer un blanco y quizás un espumoso, un moravia o un rojal, variedades un poco abandonadas, y algún dulce».

El nombre de la bodega parte de una anécdota. Nicola, el enólogo italiano, observando unas viñas viejas dijo: «esta tiene cien y pico años». Y ahí quedó su nombre. Un nombre «simétrico y original» con el que quieren llevar los vinos de Manchuela a lo más alto y por todo el mundo.

Cuatro enólogos del siglo XXI con ideales quijotescos buscando ‘entuertos que desfacer’ y tratando de que los Sancho Panzas actuales no repitan la ‘peor de todas las desgracias’ que decía sufrir el escudero: no tener vino para beber.

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