25 noviembre, 2020
Colin Harkness / Twitter: @colinonwine / Instagram: colinharkness53 / Traducción: Sergio Ramírez
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Felipe Gutiérrez lega Bodegas Gutiérrez de la Vega en su hija, que tiene ante sí el reto del mantener el enorme trabajo de su padre. Felipe Gutiérrez es, sin duda, una persona irrepetible. Ya jubilado oficialmente, en mi última visita he visto claramente la pasión que este grande del vino alicantino tuvo cuando de joven inició su viaje por este mundo. Mientras me enseñaba cada uno de los 15 vinos que probamos, en la sala de barricas de su bodega en Parcent, vi que el paso del tiempo no había debilitado el brillo en sus ojos.
Por cierto, Bodegas Gutiérrez de la Vega proporcionó el vino para la boda del actual rey, Felipe VI. Se elogia a Felipe por ser el primer bodeguero en elaborar un vino blanco seco de Moscatel, fue a contracorriente cuando todos solo hacían vinos de postre. Y su idea ha tenido éxito y se ha copiado incontables veces desde su origen en 1987. También ha ingeniado un método totalmente diferente de hacer vino espumoso cuyo resultado pude probar tras la monumental cata que compartimos.
En verdad, Felipe y todo su equipo se han ganado con los años el reconocimiento de muchos seguidores como Sarah Jane Evans (Master of Wine) al igual que quizás se gane el vuestro, debo decir. Sin embargo, en esta pequeña gran comunidad del vino del sudeste de España reina desde hace poco Violeta, su hija mayor.
Violeta ha crecido inmersa en la herencia vinícola familiar. Ha aprendido de la tradición, del folklore y de su tan célebre padre. Pronto se hizo evidente que Violeta no solo tenía la aptitud para ser bodeguera, sino que también compartía la pasión de su padre. Si combinamos esto último con sus estudios en enología en la histórica ciudad de Burdeos y con sus viajes a otras reputadas regiones vinícolas, su ascenso al trono se daba por descontado.
Suena bien, pero ¿cómo iba Violeta a desenvolverse cuando se la comparara inevitablemente con su padre? ¿Podría mantener su gran nivel y al mismo tiempo diferenciarse de él? Además, como su padre está casi siempre por la bodega familiar aunque se haya retirado, ¿sería Violeta capaz destacar sobre la alargada sombra que proyecta?
Esta pregunta se le podría plantear a muchas de las bodegas que he visitado en todos estos años. Sin duda, tiene que ser intimidante dar el paso para las nuevas generaciones que se introducen en el negocio. Aun así, todas las transiciones que he visto o me han contado han ido como la seda. Y así ha ocurrido con el dúo Felipe-Violeta.
Tras la visita previa a la degustación a dos de los viñedos de la familia, de los que me fascinaron los diferentes suelos y aprender sobre los terruños, estaba encantado de ver que la transición era fluida, que ambos se complementaban. ¡La prueba está en el sabor del vino!
Costa Diva es quizás el vino más emblemático de la gran oferta de vinos de Bodegas Gutiérrez de la Vega. Probé la versión de 2019, elaborada por Violeta. Sus notas a flor iniciales acarician el olfato con una percepción dulce que se distribuye tan pronto como este vino fresco y seco alcanza el paladar. Un sabor agradable y refrescante a uva o pasa con una acidez integrada y con un toquecito amargo al final que hace a este vino tanto ideal para aperitivos como para maridar con marisco, ensaladas y con platos asiáticos.
Mi disfrute con este vino junto con el gran interés que mostraba hacia todo lo que decía Felipe debieron de conectar con el legendario bodeguero. De repente, decidió que era el candidato idóneo con el que probar algunos de sus vinos más genuinos y también aquellos que le han dado a la bodega su fama, así como aquellos elaborados por la nueva titular, Violeta. Y estoy en deuda con él. Fue una degustación increíble.
No tengo suficiente espacio para detallaros todos los vinos que probamos, pero voy a reseñaros los más destacables, aunque en verdad todos ellos son ejemplares.
Monte Diva, un moscatel seco, pero del 2018, aunque al estilo de un vino brisado u orange wine, un estilo que cada vez me gusta más y más. Cosecha del 2018, las uvas se fermentaron en barrica y se dejaron macerar de 15 a 20 días con sus pieles. En nariz, de entrada, hay una nota clara a hierba, hierbas silvestres claras y oscuras, tomillo, laurel y una leve nota a romero. Desprendía el inconfundible aroma y sabor de la moscatel, flores blancas con pasas mezcladas con una vaga nota mantecosa de la barrica. ¡Menudo vino!
Felipe también aboga por la crianza con velo de flor, similar a como se hacen los vinos en Jerez, aunque alcohol añadido. El vino con velo de flor, del 2017, tenía notas a hojas, verde y al mismo tiempo otoñal con la fantástica uva moscatel. El vino se llamaba Tío Raimundo, en honor a un tío y curiosamente solo se parece en el nombre al famoso jerez Tío Pepe, que fortalece el vínculo entre los dos estilos.
Por último, los blancos. Probé un vino distinto, elaborado invirtiendo el proceso, primero envejecido en botella durante un cierto tiempo seguido de un envejecimiento en barrica. Violeta 1999 (me encanta esa referencia), de moscatel, como ya habréis supuesto, se embotelló y se dejó envejecer en la bodega durante 20 años. Y eso no es todo, ha estado en barricas de Jerez hasta ahora. Un vino verdaderamente sorprendente. Muy fresco y aún muy vivaz, con un 18 % de alcohol.
En cuanto a los tintos, estaba el Rojo y Negro 2018 elaborado por Violeta de la apreciada variedad Giró que crece en suelos minerales de color terracota ricos en hierro, donde previamente me había llevado Felipe. En paladar, se nota esa uva tan sabrosa con frutos del bosque rojos seguido de un rico olor a bayas, a piedra húmeda y con un toque a hojas de otoño.
Finalmente, me gustaría mencionar brevemente el maravilloso vino Fondillón, un estilo de vino especial que tan de cerca le toca a este equipo de padre e hija. Hecho a partir de uvas monastrell secas y envejecido en barrica durante un mínimo de 10 años, este vino debería beberse postrado, con la rodilla doblada y quitándose el sombrero en posición de súplica. Un vino considerado aristocrático, esta es su historia y el renombre de un vino tan sensacional. ¡Un triunfo absoluto!
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