14 septiembre, 2023
Texto: Berta López / Vídeo: Fernando Murad, Vicent Escrivà y Pedro R.Arias
En un punto intermedio entre las provincias de Valencia, Teruel y Cuenca, florecen dichosas las viñas del proyecto que lidera Rosalía Molina. Bodega Altolandon, situada en el municipio de Landete, abarca más de 200 hectáreas con diversidad de variedades entre las que reinan las autóctonas. La altitud marca la diferencia en un proyecto abrazado por un clima frío que les permite también apostar por uvas «poco comunes» en la zona productora de la DO Manchuela, elaborando más de 20 vinos distintos, a cada cual más sorprendente.
Nos recibe en la puerta de la bodega nuestra anfitriona. Allí, Rosalía nos espera para comenzar una visita muy especial. Nuestra primera parada: su espectacular sala de barricas, uno de los rincones más singulares de la bodega donde el vino reposa en silencio y adquiere complejidad. Nos adentramos en su mágico espacio para conversar en un ambiente marcado por una fragancia que desprende recuerdos a madera y fruta madura.
Molina consigue transmitir desde la calma la «locura» de un proyecto muy exigente. Le encanta su trabajo. Pasa la mitad del tiempo conociendo mundo y eso es precisamente una de las cosas que más le gusta. Ha cultivado su sueño racimo a racimo. Trabajadora incansable, le apasiona estar presente en todas las partes del proceso, desde la cepa hasta la copa, buscando siempre la singularidad en cada sorbo. «Estoy en el campo, me encargo de la elaboración, pero también me ocupo de comercializarlos. Disfrutar del proceso entero es muy enriquecedor porque no estás encasillado solo en una parte del trabajo», explica Rosalía.
Continuamos charlando. Le preguntamos por una característica que hace especiales su vinos y ella lo tiene claro: el emplazamiento «porque el paisaje es lo único que nadie puede copiar». La belleza de sus vinos radica en la autenticidad que solo el entorno puede ofrecer y en cada botella se encuentra la esencia de un lugar único que desafía a las adversidades climáticas. «Los vinos de altura tienen unas particularidades que no tienen las demás zonas y más aún con el problema del cambio climático», cuenta nuestra anfitriona. Trabajan con suelos pobres, un terruño que les ha permitido cultivar desde el principio en ecológico y de manera totalmente natural, respetando en todo momento cada variedad para que expresen en cada sorbo el lugar de donde provienen. Una predilección por el origen que combina con su carácter innovador que siempre busca la vanguardia. «Conforme va evolucionando el mercado vamos creciendo y encontramos que hay otros tipos de vino que nos gustaría hacer», añade.
La lluvia no cesa y optamos por realizar una cata en la sala de tinajas mientras continúa explicando su proyecto. Para la ocasión ha elegido su vino más reciente: Cuéncame, la primera añada de un tinto que rinde homenaje a la provincia en la que crecen sus viñedos. Una bobal afrutada que enaltece todo el potencial de la zona y una syrah muy agradecida que aporta toda la frescura a este coupage. Una combinación golosa de tinaja y barrica que se convierte en un vino muy completo, particular y sorprendente. «Es un vino que no lo ubicas muy bien, pero que invita a beber. En boca es un vino que te llena, pero a esa acidez lo convierte en fresco. En nariz resaltan recuerdos a frutos rojos, con mucha mora.», comenta Molina.
Con la copa en la mano, Rosalía nos explica las distintas actividades de enoturismo que realizan en Altolandon. «Intentamos utilizar los recursos de alrededor para ofrecer experiencias más completas y dar a conocer la zona. Maridajes, rutas en bici que acaban con una cata… El objetivo es buscar un interés para venir, que no solo sea visitar una bodega o comer, es una forma de atraer al público nacional », explica.
Y hablando de un proyecto tan ambicioso, solo nos queda preguntar por sus nuevos retos a corto y largo plazo. La respuesta es igual de breve que contundente: «más vino, seguir haciendo lo mismo y mantenerse, que es muy complicado y mejorar lo que tenemos en la medida que se pueda y que nos deje el tiempo y la viña». Nada nuevo que todavía no hayan demostrado. Brindamos por el vino y por todo lo que conlleva, porque «gracias a él, estáis vosotros aquí». Nuestro deseo: que sigáis cosechando innumerables motivos para regresar. ¡Salud!
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