David Blay Tapia
Existe una queja generalizada por parte del sector de la hostelería, no sin razón, como consecuencia de la dificultad de encontrar perfiles de sala con formación, amabilidad, eficiencia y motivación laboral. Y no dudo que en este local, quizá tarde o temprano, comience una rotación similar a la de otros. Pero por el momento no se percibe esa posibilidad.
Para empezar, la reserva es muy sencilla: vía web escoges una hora (si no está disponible no puedes pulsar) y al llegar te atienden rápido y bien. El sitio, para quien no haya visitado Amazónico en Madrid, bebe de las mismas fuentes. Pero no deja de ser una novedad (y un atrevimiento) en una ciudad como Valencia. Y más en la clasiquísima Gran Vía Marqués del Turia. No en vano, su apertura junto a Aquarium representa el siglo XX y el XXI en apenas 10 metros.
El espacio además es tan grande y con espacios tan variados que en ningún momento te ves invadido por comensales cercanos. Más bien al contrario. Parece estar hecho para dejarse ver pero sin dejarse oír, aunque seguramente los camareros y camareras que pasan a tu lado casi a cada instante capten más de lo que parece.
La carta ha decidido contentar a todos los gustos. Desde tortillas de trufa a gyoza pasando por nigiris de foie, tirados o ceviches y baos (quizá los únicos platos a los que les faltaba mayor personalidad). Y permite, además, repetir visitas sin tener que copiar menú, lo que unido al concepto de medias raciones para compartir entre los asistentes anima a probar con cierta variedad.
Lo que cocinan está bueno. Tiene buen precio. El lugar es bonito. Sirven rápido (quizá demasiado, pero es el reflejo de la generación Z y sus prisas en cualquier orden de la existencia). Y salen fotos brutales para Instagram.
Y sí, mucha gente dirá que es sencillo montar algo así cuando tu padre es el dueño del imperio Saona, pero primero hay que quitarse ese estigma. Segundo, cambiar el concepto del triunfo familiar. Y tercero, acertar hasta el punto de tener casi todas las noches llenas de los próximos dos meses.
Que en esta ciudad hay a quien le abren negocios o que directamente arriesga su dinero y no le va tan bien. Y posiblemente sean mejores chefs que quienes tienen que trabajar a destajo para sacar miles de platos cada día.
Pero eso no debería restar mérito a una idea como ésta. Porque hay lugar para el purismo, lo gastronómico pero también para el resto de cosas que la gente quiera disfrutar.
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