José Antonio López
“Questoy hasta más arriba del gorro y el domingo nos vamos a comer una paella, como Dios manda, a la playa. Cueste lo que cueste. Además, así, saldremos en la radio como una familia más de esas que se atascan en la sempieterna carretera del Saler que es famosa en el mundo, por lo aburrido y reiterativo de sus noticias”.
Después de 50 años alguien tendría que haber hecho algo… digo.
Y mientras preparamos el tema del desenfreno apago la radio harto de oír hablar de pactos y puñetas.
Todos quieren mandar.
Un servidor que es de pueblo y de planta baja, se acuerda de cuando cambiaban al director de su empresa. En tres minutos, todos a trabajar porque si no, la empresa a hacer puñetas.
Y uno se acuerda… rellet.
Y siguen las conversaciones para ver quién manda y los mandados, aquí. No añado palabras más fuertes porque he estudiado frente a un colegio de pago.
“Que no, que no, que no hay que hacer los bistecs empanados ni la tortilla de patatas, que vamos de restaurant» (sin la e final que queda fino.) Claro que nuestros ninios (no hay error en la denominación) no se enteran del sarcasmo como tampoco se enteran (ampliamos espectro) grandes ni pequeños. Dios, en Valencia, España… casi todo está escrito en inglés.
Y un servidor, habla español.
Ese es otro tema que abordaremos en su momento. De momento que sepan que SALE no es que no entre en la tienda, sino que son REBAJAS.
Pues eso.
Quién lo iba a decir… y un servidor con los nardos apoyaos en la cadera…
Llegamos a la playa y me fastidió, además de pagar el aparcamiento (Parking) tener que darle otro euro al gorrilla de turno.
Gorrilla por lo de gorrón, interpreto.
Está prohibido, según dicen, pero es como las Meygas, haberlas, hailas. (Siguen pactando, los democráticamente elegidos, quién manda y usted y yo pagando doble por ir a la playa).
Da gusto verlos.
Tres eran y son tres las bendiciones que Dios nos ha dado. Dos niños y una niña en edad de pasarlo bien.
Inocentes. (Perdón, esas almas cándidas no saben nada de los pactos para ver quién manda…).
“Sí, somos tres niños y cuatro adultos. En verdad somos tres adultos pero la suegra come como dos, siendo benévolos”.
Estupendo, hay menú infantil “u sea”, paella y gusanitos y menú normal,” u sea” paella y ensalada.
El pato de goma me ha metido el pico en el ojo. Los manguitos de la niña están pinchados (demasiados años) y las palas con la correspondiente pelota han pasado a mejor vida desde que, en el último verano, le sacamos el ojo al vigilante de la playa que, por cierto, le confundimos porque no iba de rojo y no marcaba lo que marcan los vigilantes de la tele.
Fraude.
El solícito camarero pregunta qué vamos a comer. Lleva corbata y chaleco. Cuarenta grados a la sombra. Hay que mantener el tipo. “Por favor dígale al jefe que le cambie el uniforme que le va a dar un pasmo” comenta sabiamente la suegra.
Insiste en que, además de la ensalada y la paella, tiene unos calamares a la romana, unas clóchinas valencianas y unas puntillas que quitan el hipo…
Ensalada, paella y vino y gaseosa. Como manda la tradición.
El profesional hace mutis por el foro después de comprobar que su identidad física está en peligro. El pato hinchable está en la mesa y una aleta con un tubo de bucear, que no sabemos de dónde ha salido, rozan su cabeza.
Tampoco nos explicamos cómo nuestro sitio está lleno de arena y de “alegría infantil”.
Por arte de magia, la mesa se llena de gusanitos, cacaos, aceitunas y una bota de vino camuflada…«es para los niños, usted me entiende. Tenemos que tenerlos contentos…” quicos, pipas y papas. De una minúscula bolsa de la madre, salen, a la luz, miles de viandas… “para los niños, usted ya sabe”.
Y como está prohibido consumir productos no adquiridos en el local, parte de la familia, se desplaza continuamente, para degustar los “manjares” de estraperlo.
Nunca se vio paella más limpia ni recipiente de ensalada más inmaculado. “No están los tiempos como para tirar. Con la cantidad de hambre que hay en el mundo”.
No hubo postre después de que el “pater familia” hiciera malabarismos con los incisivos de su primogénito tras la bofetada de turno. En la sempieterna bolsa, estaban los postres.
No pregunten en qué condiciones.
“Este fin de semana me he llevado a la familia a comer a un restaurante de la playa. Por todo lo alto. Narices, para una vez que sale uno. Además, hasta que no se aclaren los de los gobiernos…”
En un lugar de la playa, un camarero llora.
El dueño del local, llora más.
Allá, fuera del “palacio del vil metal” un gorrilla descontrolado y prohibido, al que no le han dado un euro, además de pagar el aparcamiento, raya un coche. No hay pruebas.
Esto no ha hecho más que empezar.
Y mañana es mi cumpleaños.
Que Dios les bendiga.
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Un comentario en
bombonparati el 6 junio, 2015 a las 11:23 pm:
Muchas felicidades por tu cumple, este año se me pasó, sorry , aunque podemos pactar repetirlo y tomar cualquier día una cerveza a tu salud. Eres grande y que lo seas muchos años mas.