Jaime Nicolau
Hoy se ha conocido la noticia, la DOP Cava ha conseguido que no se autoricen más hectáreas este año para la producción de este producto espumoso. Soñaba la Comunidad Valenciana, que en materia de cava es hablar únicamente de Requena, con que sus 3.100 hectáreas pasaran a ser 4.000. Eso no va a ocurrir por ahora, aunque sí debiera pelearse por aquellos que ya realizaron la inversión. Esas hectáreas no pueden quedar en el aire porque está en juego el pan de muchas familias. Las alarmas han saltado en los sindicatos agrarios. «La guerra del cava ha vuelto» señalan muchos de ellos. ¿Pero realmente esto es así? ¿Realmente el cava valenciano necesita a día de hoy más hectáreas? Si me lo preguntan mi opinión es no. En este momento no necesitamos más hectáreas porque no nos acabamos las que tenemos. Dicho de otra manera: no embotellamos ni siquiera la mitad de lo que producimos. Lo vendemos, como hemos hecho históricamente, al mejor postor que lo embotella como propio. Nada ilegal, por otra parte.
Y esto no lo digo yo. Lo dicen los datos. Me voy a apoyar hoy en Salvador Manjón, director de la Semana Vitivinícola, una auténtica Biblia de las estadísticas del vino. Hace solo unas semanas asistíamos a una conferencia de Manjón en Requena, dentro de los actos del Brindis del Cava del Ayuntamiento de Requena. El que quiso oírle no debiera hoy dudar. Otra cosa es que no interese escucharlo. Las cifras son aplastantes. Requena elabora 8 millones de botellas, posiblemente 9 este 2018. ¿Pero saben cuál es el potencial con las actuales hectáreas? Pues más de 20 millones de botellas (otras fuentes lo elevan a 25 millones y esa cifra llegaría hasta cerca de 40 millones si se concediese llegar a esas 4.000 hectáreas). ¿Qué pasa con el 60% de nuestra producción? Pues que lo vendemos a otras zonas de la DOP Cava porque las firmas valencianas no pueden o no quieren embotellarlo porque posiblemente llegar a esos 20 millones de botellas sea inviable por la inversión que requiere. Pero también quizás el gobierno valenciano tenga en su mano, en lugar de dar por perdida la batalla, lanzar ayudas a esa mejora de instalaciones y llegar en unos años a esos 20 millones de botellas que pueden ser muchos más. Evitar que nos convirtamos de nuevo en los granelistas del cava de España. Y pelear por incrementar el precio medio de nuestras botellas que ahora mismo está cercano a los 3 euros la botella. Ese es el camino y no otro. Quizás las bodegas que venden su excedente a Cataluña podrían hacerlo a aquellas vecinas que necesitan más uva porque sí tienen capacidad para embotellarla ¿Qué pasaría entonces? Pues que la oferta y la demanda harían que Cataluña, al no poder comprar lo que necesitan en las otras zonas cava, abriría el grifo a las hectáreas. No se equivoquen, los mismos que nos prohíben tener más hectáreas para cava, nos compran lo que no embotellamos. Esta es la realidad. Cínica pero la realidad. Nada ilegal, por cierto. Más allá de que detrás se esconden otros datos inquietantes para la DOP Cava y las importantes bodegas que las dirigen: sus ventas no dejan de caer año tras año por la situación política y muchas bodegas de enorme prestigio amenazan con abandonar la Denominación de Origen.
Por tanto, actualmente no es un problema que no se autoricen más hectáreas. De hecho, las bodegas que elaboran los cavas valencianos de mayor calidad no deben sentirse preocupados por la noticia, sino aliviados. Tal y como dice Salvador Manjón, las modas son eso, y vale la pena que el mercado esté estructurado y ajustado a una realidad y, sobre todo, al sentido común y no a una moda. Querer más hectáreas a toda costa para elaborar productos de baja calidad o vender el vino base a otros es, a la larga, un flaco favor a nuestros cavas.
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