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La Nochegüena

paletilla

José Antonio López

Estoy armado de pandereta y me he comprado un gorro de Papá Noel molón que lleva unas lucecitas que no veas. Hortera total. Pero lo que está claro es que este año, a mí, no me amarga nadie la Nochebuena.

Perdone… ¿Va usted a disfrutarla o a pasarla en familia?

Es maravilloso. Todos reunidos alrededor de una mesa llena de amor y con un centro de mesa con velas que, como te descuides, quema el mantel y la casa entera.

“Con lo que me ha costado el mantel y ya me lo estáis llenando de cera” (Cuelga la etiqueta con Made in China, 1€.)

Pues eso.

Volvamos al tema que me voy por los portales de Belén y me despisto con los peces en el río que “beben y beben y vuelven a beber” y no se trompan para nada. Será porque beben agua y ese líquido, dicen, que no produce efectos secundarios. Vaya usted a saber.

Hemos quedado para cenar a las diez. Mi sobrino “en plena edad del pavo” o adolescente, como se dice en estas fechas, no vaya a ser que su padre y resto de la familia, aprovechando lo del pavo le demos más de una sardineta, por cierto muy merecida.

Decía que mi sobrino, el del pavo, a las cinco ya preguntaba cúando íbamos a cenar porque había quedado con los amigos. Narices, esto no pasaba en mis tiempos. En Nochebuena se cenaba en familia y no se salía a ningún sitio. Estas modernidades…

Empieza la revolución porque no sólo es el pavo, perdón, el sobrino, perdón el sobrino que tiene un pavo adolescente… la madre que me p… Me está hablando mi cuñado, sí ese que ha comprado los langostinos en enero del año pasado porque estaban más baratos que ahora que todos los piden. Luego pasa lo que pasa, que los pescateros no venden nada porque se han adelantado las compras con tanto miedo a que los precios suban.

Hemos quedado en tener la noche en paz, como dice el villancico pero… Tenemos un invitado que se une a la fiesta. Como viene de otra ciudad y es muy querido por los vecinos del pueblo, se ha ido a tomar unas copas para celebrar el reencuentro.

Rianse de los peces bebiendo en el río. Éste se bebe hasta los peces.

Se ha empeñado en que preparemos unos mejillones que nadie encuentra aunque jura haberlos dejado en la mesa cuando llegó esta mañana. ¡Madre de Dios! Protégenos de la salmonela esa.

Mi otro cuñado le da la razón al de los mejillones. No hay mesa navideña sin mejillones. Y se ensarzan en un maravilloso debate, lengua de trapo incluida por culpa de la amistad (o las copas) sobre los langostinos, los mejillones, la pata y paletilla de cordero, la ensaladilla rusa…

En otro frente, las aguerridas esposas, cuñadas y alguna que otra hija, ayudadas por el del pavo que tiene prisa, se quejan de que alguien se ha comido la mitad de frutos secos, las papas y dos boquerones en vinagre “que había en ese plato, que los he contado”.

Que no hay derecho y que hay que esperar a que todos estemos en la mesa.

Uno de los hijos, parapetado por dos sobrinos, baten bases con dos platos de jamón y uno de queso. Dos croquetas delatan a un cobarde que no pudo aguantar la tentación “Zo no engo na en la bouca”.

Alguien se enfada de tanto plato de patatas bravas y jamón de York. Otro alguien le recuerda que estamos en crisis y que ya hemos gastado mucho en langostinos y cordero.

El primer alguien decide invitar a todos a vermú casero que ha conseguido por recomendación, que es muy fuerte y ahoga las penas. Y lo va consiguiendo poco a poco, porque a más de uno se le ha olvidado poner el horno y el cordero está aburrido, helado y sin hacer… para qué contar de lo demás…

Y es que no se puede estar en todo. Salta el de turno y propone ir a cenar a un restaurante o pedir unas pizzas. Las miradas se ceban en él. Va por el cuarto vermú y jaleado por el invitado. Dios los cría y ellos se juntan.

Y el cabeza de familia empieza a estar harto de todos. Enciende el horno, le da a la olla de las albóndigas, saluda a los langostinos, recupera un boquerón en vinagre, clava el tenedor en la ensaladilla, saluda a los patés y a los huevos rellenos (medios que estamos en crisis), enciende la vela para que se queme el mantel… y se sienta en cabeza de la mesa con una botella de vino y copa llena, mirando y escuchando a la familia y sonriendo…”esta noche es Nochebuena y mañana San Fermín, coñe”.

Y esto es sólo el principio.

¿Les ocurre algo parecido a ustedes? ¿Les gustaría compartirlo conmigo?

Les prometo contarles la comida de Navidad. La de las sobras de Nochebuena. Denme tiempo. Mientras tanto, feliz día de la Salud (22 de diciembre) y Felices Fiestas.

 

Un comentario en La Nochegüena

Acopas el 18 diciembre, 2014 a las 8:32 pm:

Es lo que pensamos todos cada Nochebuena!!!!!!!!

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