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La importancia de la etiqueta

Mark O’Neill

Las ventas de vino a nivel global se estima que representan una cifra superior a los 285.000 millones de euros y con tendencia alcista, al haber cada vez más marcas en el mercado. Las bodegas tienen que hacer verdaderos esfuerzos a la hora de decidir qué tipo de packaging eligen para sus vinos, y así cautivar la atención del posible consumidor.

La mayoría de las bodegas no cuenta con el margen suficiente que dedicar a campañas de marketing que soporten la creación de nuevas marcas, lo que convierte a la etiqueta en un elemento determinante. La etiqueta tiene que ser capaz de contar una historia y comunicar la personalidad del vino al que representa. Parece bastante más fácil de lo que en realidad es, y más aún, en un mercado en constante evolución y altamente dependiente de las modas y tendencias.

Cuando hago catas para el público final, primero me suelo referir al packaging tratando de explicar lo que la bodega trata de representar y cómo eso está relacionado con el estilo de vino que van a probar. Para muchos consumidores es complicado opinar y describir el vino, pero se sienten más cómodos al opinar sobre lo que les sugiere el packaging.

Con esta reflexión se evidencia cuán importante es para una bodega pensar bien el diseño de sus etiquetas y relacionarlo con el mensaje que quieren transmitir a sus consumidores.

Es comprensible que para ciertas bodegas, y aún más para los agricultores, resulte injusto y banal pensar que una gran parte del éxito del trabajo que llevan a cabo durante todo el año se reduzca a que un consumidor decida elegir una botella u otra basándose tan solo en las impresiones que le transmite su etiqueta. Para bien o para mal, estas son las reglas del juego del consumismo.

Un estudio realizado por Nielsen en USA en 2015 sobre el consumo de vino y los diferentes tipos de consumidores, concluía que los millennials representaban el 42% de todo el vino consumido, situándose a la cabeza de cualquier otro grupo. Además, los millennials eran los más susceptibles de elegir un vino debido a su etiquetaje, mientras que los Baby Boomers solían decidir en base a la zona de procedencia del vino.

Seguramente, en un futuro próximo nuestras compras estén determinadas por otras razones totalmente diferentes. Es interesante observar cómo nuevos tipos de consumidores, con otro tipo de valores y estilos de vida, prefieren packagings hasta ahora impensables en el mundo del vino. El incremento de vinos vendidos en Bag in Box y latas de aluminio es uno de tantos ejemplos de envases alternativos a los tradicionales.

También es interesante analizar el comportamiento del consumidor en las compras online y cómo una buena historia puede ser definitiva para convencerle, al igual que la confianza que otros compradores online puedan transmitirle con sus comentarios y valoraciones.

Las bodegas cada vez dedican más recursos a atraer al posible consumidor teniendo en cuenta las costumbres y valores de cada país y estilos de vida del grupo con el que quieren conectar.

Entramos en un período en el que seremos testigos de la revolución del packaging del vino, cada vez más estudiado y personalizado para atraer a nuevos consumidores tratando al mismo tiempo de ser fieles al estilo de vino que representan.

Mark O’Neill DipWSET fundador de TheWinePlace.es

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