José Antonio López
Espero que no sea una moda y más bien un descuido porque no quiero ni pensar que sea desidia o, lo que es peor, un bajón en el servicio al cliente que es imperdonable.
El caso es que llevo ya tiempo comprobando que hay muchos locales, incluidos algunos de “alta gama”, que le deben haber declarado la guerra a los tapones.
El parroquiano pide sus tostadas en el desayuno y, como quien no quiere la cosa se impregna los dedos de aceite en el intento de quitar el tapón inexistente de la “botella irrellenable y perfectamente protegida”.
Todos conocemos las cualidades cosméticas del aceite, pero no estamos dispuestos a que estas pasen a la ropa y menos a los compañeros de mesa.
Además, nadie ha invitado a esos mosquitos sabios que merodean y entran en tan preciado manjar.
No quiero pararme en el porqué, sino exponer mi queja ante los locales que no cuidan algo tan importante como es la higiene de los alimentos que sirven.
Tapones inexistentes en las botellas de aceite y que están expuestas a los cuatro elementos día tras día.
Tapones en botellas de licor que están expuestas en las estanterías como desafiantes y preparadas para ser servidas “con un menor esfuerzo”.
Tapones de botellas de vino que tomaron “las de Villadiego” dejando viudas a las botellas.
Sinceramente, creo que esto es una falta de respeto al cliente y un tremendo fallo de profesionalidad del profesional. No se puede servir una bebida o un alimento que ha perdido gran parte de sus propiedades por no estar conservado en las condiciones óptimas y obligatorias.
Se empieza por los tapones, pero, de seguir así, volveremos a la época en la que las tortillas estaban al alcance del estornudo de cualquier cliente constipado.
No exagero.
Cuando vayan a los bares y restaurantes y les aconsejamos que vayan mucho, ayúdennos a ganar la guerra de los tapones. Consigan y pidan que estén donde deben estar. En las botellas.
Ganaremos en salud y en servicio.
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Un comentario en
guiller el 23 febrero, 2017 a las 3:31 pm:
Siempre fue sospechoso que hubieran tantas botellas viudas o arrejuntadas con tapones que dios sabe de donde vienen