José Antonio López
Creo que soy una persona normal. Me levanto muy pronto, trabajo un montón de horas y llego a casa cuando Dios me lo permite. Todo eso después de hacer kilómetros y kilómetros de mi casa al trabajo, a ver a los clientes y todo lo demás.
A la hora de comer me toca bocadillo, ‘táper’ que mi santa me ha preparado el día anterior, o menú en el restaurante amigo. Como todo el mundo, creo. Los fines de semana los aprovecho para tomar el plato tradicional (paella en este caso) y algunos aperitivos que me apetecen. Cuando se puede, toca restaurante. Menos veces de lo que quisiera. Meterme en la cocina durante horas… ni pensarlo.
Sin embargo soy un ignorante gastronómico. Al parecer eso es lo que, las televisiones, piensan de nosotros. Ya escribí, en su momento, sobre Master Chef y di mi opinión, pero esto que está pasando ralla lo esperpéntico.
Siguen empeñados en que cocinemos y para ello, sea a la hora que sea, en el canal que elija hay un ejército de chefs (cocineros) empeñados en que nos metamos en la cocina y nos pongamos a darle gusto a los fogones. Ya me gustaría estar en casa, pero os aseguro que aprovecharía el tiempo para practicar el deporte nacional, la siesta. Y si llego con tiempo por mi jornada, lo que no se me ocurre es ponerme a cocinar en mi jornada laboral. Lo he dicho y lo repito, ¿Soy un espécimen?
Estamos rodeados de cocineros televisivos. Los tenemos individuales y por parejas. Los hay que viajan buscando fogones nuevos. Otros se dedican a pescar para enseñarnos los pescados y su forma de cocinarlos. Los hay que van a concursos. De edad media, avanzada o simplemente niños. Hay cocineros para todos y a todas horas, pero hay que llegar a más y ahora nos proponen cocinar sobre ruedas.
¡Toma ya! En todas partes se prohíbe la venta ambulante y este programa nos trae un camión con una cocina dentro. (No tengo nada contra los camiones-cocina. Los hay estupendos y ofrecen una comida de primera).
Ya dispuestos a tener que soportar tantas lecciones de cocina y con el fin de que el programa sea cada vez más atractivo me gustaría proponer algunas ideas como son cocinando en paracaídas; haciendo tortillas mientras bailas zumba; friendo huevos a la pata coja; cómo hacer una paella en una plaza de toros rodeado por Miuras…
La imaginación al poder. Con todos los profesionales con los que he hablado me han comentado el daño que estos programas están haciendo a la profesión. Son muchos los estudios y muchos años de práctica los que hacen la formación de un cocinero y aun así, no todos triunfan y consiguen su objetivo.
Alabo que un médico, un abogado, un ingeniero, un registrador, un albañil e incluso un barrendero, no permita que ningún indocumentado les dé lecciones de cómo hacer su trabajo. Sin embargo, en el terreno de la cocina, son legiones los que se empeñan en educarnos a los que no sabemos y educar a los que ya saben.
Mi respeto por los profesionales que intervienen en algunos programas de cocina, pero, y esta es mi opinión, estamos hasta más arriba del moño de tener que aguantar tanta saturación de consejos y enseñanzas. Lo poco, agrada, lo mucho, enfada, y a ustedes, señores que programan las distintas televisiones, se les ha pasado el arroz. Y ya hace mucho tiempo.
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