José Antonio López
No saben el alegrón que me ha dado la noticia de que nos van a ceder parcelas, en Valencia, para que podamos tener huertos urbanos.
Vamos, que te levantas hecho polvo, abres el periódico (que ya es un riesgo) y te encuentras con la nueva de que, en medio de la ciudad, puedes plantar coles, pepinos, tomates y hasta pimientos.
Eso es una buena noticia y no lo que hay por ahí.
Y creo que está muy bien porque podremos dedicar tiempo a volver a ver la vida tal y como es.
Los niños descubrirán que las habas salen de una planta y los tubérculos no son una palabrota… no quiero decir nada de las patatas o de las cebollas… tirar de ellas y que surjan de la tierra es un espectáculo que no se ha visto hace mucho tiempo. Y si además, se puede criar algún que otro pollo o pato en esos huertos urbanos, la cosa rayará en una de las mejores ideas de la historia de la humanidad.
Esos mismos niños verán que los pollos no vienen de los envases y que los patos son… demasié.
Pero aquí no acaba mi alegría.
Imaginénse que nos juntamos varias familias propietarios o beneficiarios de los huertos urbanos. Ya no tendríamos que ir al mercado a comprar algunas verduras (las que no plantemos, sí) o ponernos de acuerdo para plantar unos unas cosas y otros otras y volver al trueque que siempre te viene bien.
Hay más.
Cuando vamos de visita no tendríamos que volvernos locos pensando en el presente que llevamos. Bastaría con arrancar algunas berenjenas o unos pimientos que siempre son de agradecer.
Se imaginan las tertulias. Que si mis pepinos son mejores que los tuyos, que si he conseguido esta calabaza sin abono pero con todo el cariño, que si las pebreras han llegado a su culmen porque les puse música clásica….
Se siguen imaginando lo que significaría llamar al restaurante y decir que preparen una paella, pero que la verdura la ponemos nosotros. De nuestro huerto urbano.
Y no quiero contarles nada de la fruta. Llevar esas hermosas naranjas recogidas en nuestro huerto…
Me han alegrado el día, de verdad. Volvemos a tener huertos, en la ciudad.
O al menos eso he entendido.
Lo único que me preocupa es cómo evitar la contaminación ambiental o que depositen todos los detritus del mundo en el huerto o lo que es peor, que nos roben las cosechas. Tampoco es que puedan robar demasiado, pero como serán tan bonitas.
No quiero buscar más peros. Me encantaría poder decir a mis amistades “¿Dónde cenamos hoy, en tu huerto o en el mío”.
De momento me quedo con mi planta de tomatitos en mi maceta y no lo digo muy alto no sea que me cobren algún impuesto por el disfrute de “tierras de recreo”.
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