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El cava suelta su primera hostia al agricultor

Jaime Nicolau

Estos días habrán visto, leído o escuchado las protestas de los agricultores por el bajo precio al que les van a liquidar la uva para cava este año. Es un problema común, aunque los agricultores de cada zona productora han protestado de manera individual lanzados a las barricadas por los sindicatos agrarios (para dar de comer aparte). Sé de sobra que me meto en un terreno farragoso y que seguramente me lloverán hostias por todos lados, pero ninguna de las que me caiga tendrá comparación con la que el cava acaba de soltar a los agricultores así que, como siempre intentamos hacer, nos merece la pena defender al más débil cuando es el mal parado.

Me voy a centrar en el cava de Requena, pues es el que mejor conocemos. Para ponerles en antecedentes me remonto al mes de diciembre, sólo nueve meses atrás. Almendralejo y Requena en boca de sus gobiernos autonómicos ponían el grito en el cielo porque la DO Cava no iba a autorizar más hectáreas para plantar uvas destinadas a elaborar este espumoso. Esos días Requena celebraba su tradicional Brindis del Cava, un evento alrededor del cual tuvieron lugar conferencias tremendamente ilustrativas de lo que, tarde o temprano, iba a pasar. Y como ha pasado, pues quiero recordarlo. Salvador Manjón, director de la Semana Vitivinícola dibujaba una radiografía perfecta de dónde estaba situándose el cava a nivel mundial, del bajo precio al que se vendía el producto y del peligro de aumentar esas hectáreas de plantación. Traducido esto último de manera muy banal: la ley de la oferta y la demanda. Si hay exceso de uva, baja el precio. En el mismo sentido iba la intervención del enólogo Pablo Ossorio. Una frase suya todavía resuena en mis oídos como si fuera hoy: «Requena tiene una oportunidad histórica con el cava, pero cuidado que podemos convertirnos en los granelistas del cava». Y eso tiene riesgos y el precio de la uva es uno de ellos.

Y desde entonces para acá se ha formado la tormenta perfecta en sólo unos meses. Las grandes empresas de volumen de botellas con sede en Cataluña han fijado un precio de 0,30 cuando la campaña pasada en Requena, por ejemplo, se pagó más de 0,40. Resultado: una ruina para el agricultor al que nadie defiende. Ni siquiera aquellos que se dan golpes en el pecho para defender su pueblo y se llenan la boca de decir que luchan contra la España vaciada, pero como esta bajada de precios les viene divinamente, pues a mirar para otro lado, pago a 0,30 y eso de más que le gano a cada botella que hago. Esta es la realidad. Ya me pitan los oídos y será que me están empezando a llover las hostias que veía venir. ¿Alguien en la DO Cava se ha parado a pensar que bajando los rendimientos de 12.000 a 10.000 kilos por hectárea, por ejemplo, se eliminaría mucho del excedente? Algo similar utiliza champagne y funciona.

Pero hay más. Si en Requena tenemos con las hectáreas actuales potencial para hacer 17/18 millones de botellas tirando por bajo, y hacemos 10 porque hacer más supone unas inversiones bestiales que nadie puede asumir, ¿para qué queremos más hectáreas? y ¿a dónde va el vino base con el que elaboraríamos el doble de botellas? Pues a Cataluña obviamente y cuanto más produzcamos sin ser capaces de elaborarlo aquí más bajará el precio porque habrá más uva. Todos hemos puesto nuestro granito de arena a que la situación sea hoy la que es. Lo hemos dicho muchas veces pero lo repetimos una más. El agricultor es cortoplacista porque vive del día a día. Un buen técnico en los cargos políticos puede hacer más por ellos que nadie. Aquello de arrancar masivamente miles de hectáreas de bobales centenarios y plantar variedades para cava era una salvajada ayer, hoy y mañana. ¿Dónde estaban entonces los sindicatos agrarios? ¿Quién asesoraba al agricultor para hacerle ver que aquel cortoplacismo era pan para hoy y hambre para mañana? Pero mola mucho más mandar a la gente a las barricadas. Con sentido común hubiéramos hecho más camino.

Mientras tanto, ya ha llegado la primera gran hostia del cava al agricultor.