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El Bon Vent que ha devuelto a Belén Mira a su amada Altea

David Blay Tapia
Bautizar a tu hija primogénita con el nombre de la localidad donde has pasado casi todos los veranos de tu vida puede, inicialmente, tener un componente sentimental. Pero en el caso de la fundadora de la (por desgracia) ya extinta La Pitanza va un paso más allá. Habla de retorno. De coherencia. Y de cambio de vida para devolver la sonrisa a una familia al completo.

No tenía claro Belén Mira qué iba a hacer en La Marina Baixa, porque hay decisiones vitales que te empujan a un lugar determinado sin plantearte una meta profesional concreta. Pero sabía algo que muy pocas personas se atreven a admitir: que cambiando el escenario vital cambiarían las sensaciones. Y una vez allí, sin las prisas de la hostelería de la gran ciudad, irían surgiendo las oportunidades.

Cantaba Serrat hace ya muchos años en su homenaje a Machado que ‘si te toca llorar, es mejor frente al mar’. Y había llegado un momento que ni siquiera el barrio más transitado por los turistas de la capital generaba el tráfico que merecían sus arroces y platos de cuchara. Así que, haciendo lo que muchos otros deberían (parar para pensar qué quieres hacer en lugar de encadenar proyectos consecutivos), cambió los edificios históricos del Carmen por las casitas encaladas del litoral alicantino.

Y como suele ocurrir, cuando no buscas alguien te encuentra a ti. Tanto que pese a su vena reivindicativa redebutó tras unos fogones el 8 de marzo, curiosamente el Día de la Mujer Trabajadora. Y lo hizo en un lugar cuyo nombre ya auguraba inercias positivas: Bon Vent, el restaurante del Club Náutico de Altea.

Pero la decisión no solo se tomó por motivos culinarios. Porque el proyecto nace de su consideración como asociación sin ánimo de lucro, cuyo fin es revertir sus beneficios en el deporte. Y con su hija mayor compartiendo nombre con la localidad y compitiendo en categorías de vela a nivel nacional, el círculo se cerraba definitivamente.

Si bien el local está al servicio del socio e incluso se implica en la organización de regatas de ámbito español como las 420 que tienen lugar en otoño, también está abierto al público. Y por encima de todo destaca como consecuencia de dos hitos especiales.

El primero el edificio en sí, obra del arquitecto Rafael Bellod Solé y que atrae numerosas visitas de personas aficionadas a construcciones singulares. Pero, sobre todo, por el giro que ha dado la cocina sin haber cambiado su esencia.

Por supuesto, la propuesta de Belén se basa en el Mediterráneo. Huye de estridencias. Aprovecha los pescados y mariscos de cercanías de la lonja. Y la especialidad, obviamente, son los arroces, destacando el del Senyoret por encima del resto. Quizá por eso acaban de obtener el galardón al restaurante mejor valorado en la Jornada Gastronómica La Cuina de Les Barques.

Aun así, no hay resto alguno en la carta de La Pitanza. Quizá porque para romper con todo haya que hacerlo de verdad. Pero sí de la apuesta por comer sin prisas. Por guisar con tiempo. Y ahora, más que nunca, por disfrutar frente al agua salada.

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