José Antonio López
Con estas modernidades de los solsticios y otras celebraciones me enorgullece seguir fiel al belén. Qué quieren que les diga. Es lo que me enseñaron mis padres, mis abuelos y mis ancestros. En aquella época nadie se enfadaba porque pusieras un árbol en Navidad ni tampoco porque un tío barbudo saliera con el Ho,Ho,Ho… todo lo que fuera alegría y, sobre todo, ilusión para los más pequeños y los grandes… era grande. Lo del solsticio ese…
Viva la ilusión. Yo ya puse el árbol (dios, la que me lió la parienta con las tiritas y las bolas que han desaparecido por la casa. Ya aparecerán). Está precioso, el árbol, claro. Me levanto cada día esperando que no se haya ladeado y roto el último jarrón que nos regaló mi suegra y que, estratégicamente, ha situado mi santa en la trayectoria de caída.
Ya tengo la plata puesta para que parezca que el estanque tiene agua. Un poco de arena para hacer el desierto (se me ha caído otro montón al suelo, pero la he metido debajo de la alfombra. Madre mía cuando la levante y descubra la cantidad de secretos que guarda). Las montañas de corcho (auténticas) están colocadas. Un molino de viento, tres pastores y un montón de cabras que van, por la derecha, directas al portal.
Monto el portal. La Virgen María, San José y el Niño, que, con motivo de la modernidad, tiene paja de plástico. Hay que poner la burra y el buey que es lo que daba calor a la Sagrada Familia.
No, el buey está muy cerca y le tira las babas al Niño. Vamos, no fastidies y qué me dices de la burra que le da el culo a la familia. Vamos, vamos más vamos, tranquilidad que ni la burra ni el buey se ofenden porque los pongan más lejos.
Al final, a la calle.
Los tres pastores son diecisiete por arte de magia. En otra columna hay un puñado de romanos ¿…?) que avanzan hacia el mismo sitio. Alguien ha colocado a una piara de cerdos que no encuentran su camino. Esto es un caos. Organización.
El Portal. Ya está. Los pastores… de nuevo han crecido. Otro espontáneo ha incorporado a la estampa a dos dinosaurios y a tres componentes de la guerra de las galaxias. No estamos respetando la historia.
Es la quinta vez que mando “al cagón” a hacer puñetas. Imposible. Aparece por todas partes. Intento cambiar el ritmo añadiendo algunos toques verdes a la estampa, quedan bien con el contraste de la arena del desierto que, por cierto, se ha hecho argamasa cuando alguien ha incorporado agua al mal llamado estanque.
Vuelven los pastores. Cada vez hay más. Ahora el rebaño se ha visto engrandecido por algunas tortugas ninjas y una identificable figura salida de la trituradora de algún dulce con regalo.
El peque está verde. Se ha pintado toda la cara con el musgo. Ha desaparecido un cabrito (en pequeño) y alguien tose en la cocina. Que llevéis cuidado que los nanos se están comiendo las figuras.
Lo tenemos casi dominado. Hay expectación. Los nanos se separan para ver, en perspectiva, cómo queda la obra de arte. Una fregona aparece por arte de magia en medio del belén, intenta, según su portadora, limpiar la arena que llena tan bonito paraje.
La madre que la…
Los pastores, los pastores, los pastores… alguien canta por no llorar. Los reyes hay que ponerlos de espaldas porque no llegan hasta enero. No caben tantos pastores y tantas ovejas. Los peces beben y beben y vuelven a beber. El belén está lleno de cosas extrañas. Me saluda Bob Esponja y la Sirenita me hace un corte de mangas. ¿La Sirenita en tierra?
Los niños sonríen. Hay alegría. El “cagón” vuelve a aparecer.
Aplausos. Con todo el movimiento, cae el árbol y con él, el jarrón.
Para que luego digan que la Navidad es triste.
Esta es una celebración de familia. Que venga si quiere, Ho,Ho,Ho, será bién recibido porque, entre personas con amor, no hay discusión sino respeto.
El portal está ahí.
Nosotros, a su alrededor.
Si quieren, claro.
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