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Con los niños no se juega

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José Antonio López
Vamos, nos queda el último empujón para finiquitar un año que, como siempre, para unos ha sido estupendo y para otros, horrible. Sea como sea y venga como venga, la realidad es que nos quedan trescientos sesenta y seis días (ya sé que es bisiesto) para arrepentirnos de los propósitos que hicimos y que no hemos cumplido.

Como debe ser.

Me van a permitir que me adelante a una fecha y es la de la llegada de los Reyes Magos. Les pido permiso, porque me ha llegado una información que, espero y deseo, no sea cierta.

He oído, me han dicho, se comenta… que este año, cuando sus Majestades los Reyes Magos del Oriente vengan a Valencia, se van a encontrar con miles de niños con la boca abierta y no precisamente de ilusión.

Por lo visto, la tradicional cabalgata no cuenta ni con los bomberos y sus escaleras para que los Reyes suban a los balcones, ni tampoco con la policía que se encarga de abrirles camino para que lleguen puntualmente.

No contará con camellos ni dromedarios ni un pequeño perrito que haga las delicias de los más pequeños.

Me han dicho, se comenta y he oído que sus Majestades no invitarán al dulce encuentro con los niños porque está prohibido regalar caramelos.

Ustedes ya saben, por lo visto son peligrosos para la seguridad de los participantes en la cabalgata.

Espero y deseo, de todo corazón, haber oído mal y estoy dispuesto a pedir perdón, tantas veces sea necesario, por mi craso error.

Espero.

Y lo digo porque miles de niños llevan esperando mucho tiempo a que se cumpla una tradición milenaria que permite compartir, a las familias enteras, la grandeza del amor más grande que hay, el de los niños. Escriben sus cartas, las llevan a los Pajes Reales, lloran de emoción e incluso tiemblan de miedo ante unas personas que lo único que les traen es amor.

La policía desfila con sus coches, lo mismo que los bomberos y hacen que los más pequeños chillen y se admiren con las sirenas y el deseo de ser tan héroes como los que están viendo.

Los animales, muchos de ellos mejor cuidados que las personas, dan un toque exótico a una niñez que, por desgracia, conoce a los pollos y a los patos porque los ven cuando los cocinan.

Y sólo algunos.

Los caramelos… por favor. La abuelita lleva un paraguas, al revés, para recoger los que van tirando desde las carrozas. El padre y el abuelo extienden la mano en busca del chupa-chups que les llega. Los niños, comparten con sus vecinos el botín obtenido tras el paso de la cabalgata.

No hay tristeza.

Sólo les pido que miren a la cara a un niño cuando, acompañado por toda la familia, va a presenciar la Cabalgata de los Reyes Magos.

Les diré algo. Durante muchos años he participado en esa cabalgata y con mucho más peligro del que hay ahora. Nunca, salvo en contadas excepciones, ha pasado nada. Los niños tienen un protector mágico que les libera de algunos males que los mayores nos empeñamos en inventar.

Por favor, quiero pedir perdón, en mi próximo artículo, por haberme equivocado. Lo ruego.

No me dejen a los niños sin ilusión. No les priven de un mínimo caramelo. Que disfruten con las sirenas de los coches de policía y suban a las escaleras de los bomberos.

Por favor, no maten la fantasía y mucho menos la ilusión en forma de un pequeño dulce.

Señores, cuidemos a los pequeños, porque, con los niños, no se juega.

Feliz Año y feliz vida.

Sin barreras.

 

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