José Antonio López
Nos falta tiempo para contar todo lo que hemos visto y vivido en estas vacaciones de Semana Santa, y lo que queda. No sé si tenemos ganas de volver por contar o contar para no volver. Sea como fuere, después de unos días de tranquilidad, siempre se repite la misma historia.
Y es que, seguramente, usted tiene un amigo, pesao el chico, que, mojando la magdalena en el cortado cuenta que “el viaje, maravilloso. Ya me habían hablado del sitio pero yo descubrí otras cosas que nadie sabía. Me gusta meterme donde nadie se mete y triunfo”.
Y este amigo ha descubierto una serie de restaurantes y bares “donde se come, y no veas cómo, por cuatro duros”.
Resulta que ha descubierto un hotelito donde se hospedó toda la familia, perro incluido, y les hicieron un descuento de “la leche”. Una vez en el lugar, salieron a tomar un aperitivo y, un lugareño, les indicó el sitio adecuado. “No veas, macho. Cuatro cervezas, pero de las grandes, dos refrescos y dos copas, de las grandes, de vino de Rueda…Espera, espera. Plato de jamón y queso que no se lo saltaba un galgo, y unas quisquillitas que se salían del plato de lo frescas que eran. El sitio limpio, no tenía mantel, pero limpio. Por todo nos cobraron 20€.”
Y uno se queda con la boca abierta.
“Y no te cuento (pero lo cuenta) los chuletones, dos de tres cuartos de kilo, que nos metimos entre pecho y espalda. Con sus ajitos tiernos y patatas panaderas. Los chicos tres hamburguesas; el perro, su pienso. Una ensalada donde había que buscar la lechuga debajo del atún y una parrillada de verdura del huerto que los dueños tienen detrás del bar. Buen vino. Carajillos y la invitación obligatoria de un orujo casero que te llevaba al cielo. Todo, amigo, por 50€”.
Y uno se sigue quedando con la boca abierta.
Al parecer, todo el mundo se topa con “chollos” que un servidor no encuentra ni por casualidad. Cuando le comenté a “mi amigo” que yo había estado en ese mismo lugar que describía y no había disfrutado del paraíso, me contestó que yo estaba equivocado, porque había elegido el sitio de la Plaza y no el que está al volver la esquina que, como tiene menos gente, es mucho más barato.
Y me entra un complejo de tonto que impide cerrar la boca.
El próximo día le tiro el cortado y la magdalena encima del traje.
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Un comentario en
Rocío Díaz el 28 abril, 2017 a las 5:31 pm:
Vd. debe ser espiritista, porque habla con los fantasmas 🙂