Mª Carmen González
En la ribera del Garona, en la zona nueva de Burdeos, se alza imponente el edificio de la Ciudad del Vino (Cité du Vin), un coloso de 14.000 metros cuadrados inaugurado el pasado 1 de junio y en el que poder conocer de una manera activa y amena todos los secretos del vino; un destino imprescindible para los enófilos con el que descubrir, a través de todos los sentidos, el alma del vino.
A medio camino entre un museo y un parque temático, la Ciudad del Vino permite al visitante realizar un viaje alrededor del mundo y a través de los diferentes períodos de la historia para profundizar en el conocimiento de ‘la bebida de las bebidas’. Para lograr este objetivo se sirve de numerosas pantallas táctiles, proyecciones 3D o hasta 40 máquinas que reproducen los aromas de vino, para que el ‘aprendizaje’ se produzca de una manera amena a través de sensaciones, emociones y de la imaginación.
Esta inmensa ciudad, con diez plantas de altura, está estructurada en diferentes zonas: la exposición permanente, que permite viajar por el tiempo y el espacio a través de una veintena de áreas temáticas; boutique, donde comprar todo tipo de accesorios, regalos y productos relacionados con el vino; biblioteca y sala de lectura; auditorio; sala de exposiciones temporales; bares y restaurantes; jardines, y hasta un embarcadero desde el que coger un barquito para descubrir los viñedos de los alrededores navegando por el río Garona.
Coronan el edificio un imponente restaurante panorámico a 30 metros de altura, así como un mirador en la planta superior, la octava, donde degustar una copa de vino mientras se descubre Burdeos y sus viñedos en 360 grados. Por otro lado, la ‘cité’ cuenta con otro restaurante y una bodega con más de 14.000 botellas de 800 referencias en la que puede ser la bodega más grande del mundo.
Vayamos por partes:
Llama la atención su exterior, un impresionante edificio de los arquitectos franceses Anouk Legendre y Nicolas Desmazières, de la agencia XTU, que, situado a orillas del río Garona, se ha convertido en otro icono de la ciudad; en un gran faro que conduce a los amantes del vino hacia su interior. Sus audaces curvas se prestan a diferentes interpretaciones, como la de la redondez del vino que gira en su copa o en la de la cepa nudosa de la vid. Aunque rompa la magia, diré que los que tenemos menos imaginación, o quizás menos sensibilidad artística, vemos un gran decantador.
El edificio, que de alguna manera recuerda al Guggenheim de Bilbao, está cubierto de paneles de aluminio y vidrio serigrafiado que, al ser iluminados por el sol, van cambiando de tonalidad –de más grisácea a más amarilla-, en función de la hora del día, de la intensidad con que alumbre el astro rey y de la estación del año.
En el interior podemos hacer un recorrido a través de una veintena de áreas temáticas ayudados por una especie de guía electrónica manual en diferentes idiomas (entre ellos el castellano), en el que explorar las variadas facetas del fino a través del tiempo y del espacio. Veremos la presencia del vino en tumbas egipcias o en Mesopotamia, en la cultura griega o romana, cómo se servía en las cenas del siglo XVIII o cuál fue su importancia en los tiempos convulsos del XIX.
Una instalación multimedia nos permitirá ‘participar’ en una cena con personajes ilustres de diferentes épocas, como Voltaire, Churchill o Napoleón, que nos hablarán de sus vinos favoritos.
A través de pantallas gigantes y de proyecciones en el suelo podremos conocer diferentes regiones vitivinícolas del suelo. Con pantallas táctiles, globos interactivos y otros soportes tecnológicos punteros aprenderemos sobre la difusión de la vid en el planeta, su cultivo, su transformación, las rutas comerciales del vino, o los secretos de diferentes productores. También descubriremos las historias, aromas y leyendas de los caldos más famosos del mundo. Bajo una pantalla de 360 grados, los juegos de sonido, las luces y los aromas invitarán a una cata en varias dimensiones.
En la Ciudad del Vino podrás relajarte paseando por sus jardines, leyendo libros en diferentes idiomas en su sala de lectura o incluso echando una siesta en la penumbra de una bodega. Sí, habéis oído bien. En su boutique podréis adquirir ediciones limitadas, libros y todo tipo de objetos relacionados con el mundo del vino.
CATA EN EL SÉPTIMO CIELO
La séptima planta de la torre de la Ciudad está ocupada por un restaurante panorámico de ambiente futurista, Le 7, gestionado por Nicolas Lascombes, que elabora platos de temporada y tiene una carta de vinos procedentes de 50 países. Sin duda, para una comida de altura.
Por encima de este restaurante se encuentra el Belvedere o mirador panorámico, donde se degusta una copa de vino a modo de conclusión de la visita por el recinto mientras se disfruta de unas vistas excepcionales de la ciudad y sus alrededores. Como detalle destacable, una lámpara de araña realizada con miles de botellas.
Y para acabar, hablaremos de una de las joyas de la corona: el restaurante Latitude 20, que cuenta con una ‘bodega-biblioteca’ con más de 14.000 botellas de 800 vinos de diferentes partes del mundo. El nombre hace referencia al paralelo 20, puesto que dispone de vinos elaborados en zonas del planeta situadas entre el paralelo 20 Norte y el Sur, en lugares tan inesperados como Madagascar, Bali, la India, Etiopía o Tahití.
Esta gran ciudad del vino no es solo un lugar para adultos. Existen recorridos para niños, que ven facilitada la visita con la cantidad de elementos tecnológicos e interactivos que hay, así como talleres familiares o para los más pequeños, como los relacionados con los aromas, el corcho o las etiquetas. Además, pueden realizar las diversas catas/degustaciones con zumos de diferentes tipos de uva.
La Cité du Vin celebra también exposiciones temporales, talleres (normalmente de pago) y diferentes espectáculos. Así, por ejemplo, este verano y con motivo de la Eurocopa de Fútbol, se emitirán los partidos en el auditorio y luego se realizarán catas con vinos de los países que compitan ese día.
Un recorrido completo, lúdico y sensorial para conocer el fascinante mundo del vino y la viticultura. El precio, 20 euros.
En definitiva, se trata de un motivo más para visitar la ciudad de Burdeos, vinculadísima con la cultura vinícola y cuyo centro histórico es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Si tenéis alguna duda más, deciros que The New York Times ha elegido la ciudad como segundo destino imprescindible del mundo en 2016.
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