4 octubre, 2016
Avan es una bodega con viñedos propios situada en Fuentelcésped, provincia de Burgos, en la que Juan Manuel Burgos imprime a todos sus vinos una gran personalidad. En una zona con gran reputación vinícola, donde se elaboran infinidad de vinos, muchos de ellos con características muy similares, Avan es la demostración de otra manera de hacer las cosas. Desde la gama más baja a la más alta, los vinos de Avan destacan por su singularidad.
Este Avan 2014 es un nuevo producto de la bodega, que ha reestructurado recientemente su catálogo, elaborando actualmente seis vinos: Avan OK, Avan, Avan Viñedos Viejos, Avan Viñedo del Torrubio, Avan Terruño de Valdehernando y Avan Cepas Centenarias. Hoy catamos el segundo de esta gama en orden ascendente.
Se trata de un varietal de tinta del país, como llaman allí a la tempranillo, procedente de viñedos de entre 30 y 45 años de edad, con 12 meses de barrica, capaz de competir incluso con vinos de precios superiores.
De color rojo picota intenso y con el ribete aún violáceo, Avan 2014 es un vino de capa alta, con lágrima densa, que al agitarlo tinta la copa de un morado glicérico. Visualmente ya se intuye que es uno de esos vinos con potente extracción y con fruta madura que manchan la lengua de morado.
La primera impresión en nariz es de una gran carga frutal. Fruta negra, arándanos negros, grosellas y moras, testigos de una uva madura hasta el punto óptimo que permite una larga maceración para extraer tanino, color y peso de fruta sin temor al verdor. Aparecen la tinta china y las notas azules, de eucalipto, que dan una nota balsámica, y de violetas pesadas, algo marchitas, así como una leve punta alcohólica que desaparece si lo dejamos reposar, tornándose el vino más amable e integrado.
Detrás está la barrica, que se traduce en un fondo de madera limpia, negra, con un punto de mantequilla, golosa, que se va tornando un toffee discreto, y en última instancia, un sutil destello de coco.
En boca es carnoso, con peso de fruta. No resulta pesado, pues la acidez, fresca, está presente y bien integrada, sin destacar, compensando ese volumen y un tanino abundante, dulce y bien pulido, que dota al vino de astringencia sin agresividad. El vino pasa sedoso y ancho, con un tacto agradable que se acentúa tras un leve reposo, llenando el paladar, equilibrado, con muchos matices y sin notarse ninguno en exceso. La fruta madura y las violetas marchitas permanecen en todo momento, desde la copa parada hasta el retrogusto y el final, cuando el vino se va, dejando su recuerdo primario, su nota de madera y su tanino dulce.
Un vino para todos los paladares y para todos los bolsillos, cercano y honesto, digno de la mesa de cualquier restaurante, sin perjuicio de acompañar, en casa, un domingo por la tarde, una pizza boloñesa en familia. Sobre todo en familia.
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