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Adiós a Adela y Carlo, cierra Da Carlo

8 July, 2022

Pedro G. Mocholí

Muy pocos restaurantes en Valencia han concitado tanto cariño entre clientes y amigos con la llegada de su cierre.

Tengo que reconocer que yo no me acabé de creer que la Trattoria Da Carlo iba a cerrar el pasado 27 de junio, y eso a pesar de que fue el propio Carlo el que me lo dijo hace algunos meses.

Sí que es verdad que poco a poco y de manera más insistente, eran ambos los que daban por hecho el abandono de la actividad, llegada esa fecha.

Es por ello que los últimos meses intensifiqué mis visitas con amigos para que lo conocieran. Incluso, llevé a mi nieto con apenas unos meses, para que cuando el día de mañana le hable de ellos, le recuerde que él estuvo.

No recuerdo muy bien cuándo abrió, creo que él tampoco, pero sí que recuerdo a la perfección que fue en Ca Sento, cuando el propio Sento me habló de que había conocido en MercaValencia a un italiano que lo hacía muy bien, sobre todo diferente.

Conociendo a Sento como lo conocía, se lo apadrinó y, en poco tiempo, los clientes de Ca Sento nos habíamos convertido en clientes de Da Carlo.

A mediados de los años 90 en Valencia había más italianos que en Roma. Pero ellos eran diferentes; su cocina, sus platos, apenas tenían que ver con los ‘italianos’ de la época.

Para empezar eran (lo siguen siendo) napolitanos, por lo tanto mediterráneos y algunos platos tenían cierto paralelismo con nuestra cocina, sobre todo aquellos en los que el pescado era el ingrediente principal.

La mano de Adela en la cocina era notable, y aunque nunca había cocinado en plan profesional, en apenas unos meses dominaba los ‘los tempos’ que ya los hubieran querido muchos cocineros.

Si a ello añadimos que Sento actuó como un auténtico ‘cicerone’ enseñando a Carlo los secretos de la compra e involucrando a varios proveedores en el proyecto, entendemos por qué Da Carlo se convirtió en pocos meses en el mejor ‘italiano’ de la ciudad.

Al bueno de Carlos García Calvo lo llevé una noche y se enamoró de la pareja, y rara era la ocasión cuando venía, que no fuera a cenar acompañado por su pareja o Vero Montijano.

Así ha sido con mucha gente que llevé y que con rapidez se hicieron incondicionales.

Da Carlo no era un italiano al uso o estilo de los que existían en aquellos años. Miren si no lo era que no hacían pizza, el plato referente de su cocina.

Los antipastos eran siempre surtidos y muy variados. Había rebozados, croquetas, verduras y nunca faltaba una fresca mozzarella de búfala que cuando la partían con el cuchillo lloraba lágrimas de leche gracias a su frescura y calidad.

Nos trajo el Puchero de la Abuela, el cual nos lo ofrecía hasta en verano, y finalizábamos con platos de pasta que casi nunca repetía, pues era la propia Adela la que la elaboraba.

Su lasaña era excepcional, para ello el tomate que utilizaba provenía de las propias laderas del Vesubio, con un toque ajustado y ácido le encontrábamos un toque sulfuroso proveniente de los gases que emanaba el propio volcán.

Me sorprendió con un risotto de grelos, tocino y parmesano, y cuál no sería mi amor por este plato que cuando viajaba a Galicia por temas profesionales y era temporada,  le solía traer varias bolsas repletas de esta verdura tan típica en el territorio gallego.

Sin proponérselo decidió incorporar las pizzas, pero la variedad era muy corta. Solo ofrecía la Margarita y la Calzone. En ocasiones hacía una con ocho quesos y huevos de la granja que Sento tenía en Viver. En temporada de trufa, también la solía incorporar.

Pero sus masas eran diferentes, pues empezaba a elaborarla los jueves, por lo que los puntos de fermentación eran muy bajos y nada ácidos, una cuestión que, sin duda, nos ayudaba a realizar una digestión mucho mejor.

Tiramisú, panna cotta, buñuelo de chocolate o los babas (bizcochos bañados con lucir, eran sus propuestas a la hora de los postres, y los hacía acompañar de una de las mejores grappas, la Nardini y, por supuesto, por un aromático café.

La bodega siempre falló, pero qué importaba. De bienvenida siempre nos recibía con una Moretti (cerveza) o con un Americano (cóctel de vermú y Campari).

Con el cierre de Da Carlo se va una época de la ciudad que se inició con el de Ca Sento hace más de 15 años y que, poco a poco hemos visto cómo han desaparecido magníficos restaurantes, que por supuesto han sido reemplazados por otros, pero que sin duda nos han dejado huérfanos de sensaciones, de momentos, aquellos que vivimos con nuestras visitas y que por desgracia, no repetiremos.

En fin, así es la vida y así hay que entenderla. Ahora, si queremos recordar sus platos, tendremos que ir a su casa, muy cerca de Valencia  (por supuesto que no les voy a decir dónde es) y disfrutarlos in situ, recordando el sabor y la calidad de sus ingredientes.

Adiós ‘Caro amichis’, os vamos a echar mucho de menos; palabra de San Genaro.

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