Las Tres Viejas: el orange wine que nació de unas cepas viejas y huérfanas

Juan Piqueras y Susana López son el alma, el corazón y las manos de Bodegas Pigar, un proyecto con mucha carga romántica, que se asienta con más fuerza cada campaña con los vinos naturales como bandera. Vinos nacidos de parcelas abandonadas de viñas viejas que poco a poco van recuperando. “Pigar nace para dar valor al trabajo del agricultor porque llevamos muchas generaciones siendo viticultores y llevando la uva a las cooperativas y hemos querido dar a nuestro viñedo el valor que tiene”.

Hoy nos centramos en su vino Las Tres Viejas, un orange wine de precioso color ambarino que fue bautizado antes de saber qué variedades componían su coupage. La parcela de viña vieja de la que procede les sedujo desde que la vieron. Unas cepas centenarias, abandonadas y huérfanas de cariño, que poco a poco han ido mimando al tiempo que analizando y estudiando de la mano de la ciencia hasta averiguar que en la parcela convivían tortosí, valensí blanc y airén. Pero entonces era tarde para cambiarle el nombre, pues llevaban demasiado tiempo llamándolas ‘las tres viejas’.

La historia de este vino empieza en 2016 con el proyecto ‘Bobales Perdidos‘ con la tinta autóctona de la comarca como faro, pero que ha servido para descubrir maravillosos tesoros. En la parcela de poco más de una hectárea hay ocho variedades diferentes de viñas centenarias. Cinco son tintas y tres blancas. De estas últimas nace este orange wine en el que las castas fermentan juntas. “En principio desconocíamos la variedad y decíamos que era el vino de las tres viejas. Después de un proceso de investigación nos dijeron que eran tortosí, valensí blanc y airén, pero decidimos mantener el nombre del vino” explica Juan. “El color es un precioso ámbar por la oxidación. En nariz destacaría las flores, los cítricos, la piel de naranja… En boca es un blanco con mucha estructura, con cuerpo y acidez, por lo que son capaces de soportar cualquier maridaje dando la talla”.

Respecto a la elaboración, se han remontado a una tradición muy antigua, de macerar las pieles junto al mosto durante semana y media dando como resultado un vino brisado u orange wine. «Es un tipo de elaboración que proviene del Cáucaso pero estoy totalmente seguro de que hace años en esta zona también se elabora de esta manera», reflexiona el bodeguero para continuar con lo que es la esencia del proyecto: «nuestra filosofía es hacer vinos naturales con el máximo respeto al viñedo».

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