Arcos y Malvasía, dos nuevos vinos de parcela para Los Arráez

Toni Arráez ha demostrado, de sobra, que es capaz de elaborar grandes vinos más allá del lado canalla de una bodega que trabaja como nadie el marketing. Su lema es que el producto debe sujetar siempre las “gamberradas” marketinianas, pues la suma de ambos factores es la que le está permitiendo conquistar al público joven.

Pero dónde Toni está dejando volar toda su creatividad como enólogo es en la saga Los Arráez. Esa que lleva el apellido de su familia y con la que quiere estar a la altura. Esa en la que se miman las parcelas y se intenta sacar el máximo de nuestras variedades autóctonas.

Pues bien, ahora esa familia crece con dos nuevos vinos, el blanco Los Arráez Malvasía y el tinto Los Arráez Arcos. Tuvimos ocasión de catarlos con el propio Toni Arráez en la reciente edición de Fenavin y, la verdad, siguen la excelente línea mostrada con la presentación de los otros tres vinos de esta familia.

El resto de la saga, como ya contamos, está compuesta por tres vinos. Los Arráez Verdil cuenta con un Samaruch de L’Albufera, un animal en peligro de extinción, como la verdil hace unos años, y un aviador que representa a “mi iaio y todos los agricultores que han llevado esas tierras durante años” señalaba Toni Arráez. Es un vino fresco, redondo, y lleno de matices en nariz. Ideal para la gastronomía mediterránea.  Lagares, referencia cualitativa de la empresa desde los inicios, es un vino más carnoso y afrutado, con notas a roble. Tiene un 60% de uva monastrell y un 40% cabernet. Es un vino más complejo, expresivo en boca y con un final largo y agradable. En barrica de roble francés, americano y húngaro 12 meses. Su llamativa etiqueta con un vendimiador a lomos de un triceratops es todo un tributo a los ancestros y las raíces de la bodega. En ella, se ha querido plasmar el saber hacer y la filosofía del abuelo de Toni, fundador de la bodega. El Parcela 0 está compuesto por dos uvas autóctonas: 40% monastrell, 40% tintorera, y la unión de un 20% cabernet. En barrica de roble francés, americano y húngaro durante 18 meses. En su etiqueta encontramos a un cocodrilo sujetando una copa de vino en sus fauces, que representa la tradición y personalidad de los procesos de toda la vida, con la sofisticación y delicadeza de los vinos de hoy.

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