María José y Miguel Velázquez: los ‘creyentes’ en el origen que caminan los suelos de Fontanars

Jaime Nicolau

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. La 13ª generación de la familia Velázquez inició hace años el suyo. Un camino que han ido recorriendo, cambiando el trazado inicialmente establecido las veces necesarias, en busca de las excelencia de su amado terruño de Els Alforins. Miguel y su hermana María José Velázquez, apostaron un día por aceptar el reto de su padre, Carlos Velázquez, de elaborar sus propios vinos en la finca familiar de Casa Los Frailes. Una vez estrechadas las manos y aceptado el reto, no había marcha atrás. A sus 86 años, Carlos sigue gozando de una energía envidiable y, aunque delega en sus hijos, es partícipe de buena parte de las creaciones de la bodega.

Comenzaron a caminar teniendo claro que el proyecto debía ser sincero, respetando al máximo las tierras en las que se asienta, su patrimonio, sus suelos, sus variedades… Apostaron por la sostenibilidad desde el inicio, siendo una de las firmas pioneras en la Comunitat Valenciana, poco después de sus ‘vecinos’ de Los Pinos, algo que siempre resaltan en un gesto que les honra. Pero, para nosotros, el término que mejor define Casa Los Frailes es la pureza, la verdad y el alma del proyecto.

Los dos hermanos afirman creer «haber encontrado el camino y estamos dispuestos a caminar». Un camino que no es recto, y en el que a veces ha tocado cambiar el trazado inicial. «Nuestra filosofía es estar abiertos al cambio. De estar siempre dispuestos a mejorar, a cambiar algo, a no repetir. A intentar sacar lo mejor de las viñas, de las uvas, de nuestros suelos, de nuestras variedades», señalan, añadiendo un término que es esencial para entender la filosofía del proyecto, la biodinámica. Un paso mucho más allá de la mera apuesta por la ecología. «Nosotros somos una generación más, pero también seguimos de paso y tenemos que intentar dejarlo igual o mejor a la siguiente generación», señalan. ¿Les suena? Son palabras que repiten, con otros términos pero con la misma esencia, Pablo Calatayud o Rafa Cambra, con los que tienen una relación muy especial. «Hemos aprendido mucho de Pablo o Rafa. Creo que nos ha mejorado mucho como proyecto tenerlos cerca. Ese reflejo en la excelencia de muchas cosas que ellos hacen nos ha hecho al resto autoexigirnos y nos ha hecho ser mejores.  Desde el año 2000 tienen el sello ecológico. Hace cuatro años añadieron el de agricultura biodinámica. Ambos certificados aportan a Casa Los Frailes un valor añadido cada vez más tangible en los mercados, especialmente los centroeuropeos.

Y en esas siguen empecinados Miguel y María José, en seguir caminando pero de puntillas, para que el suelo que pisan sufra lo menos posible. Para que todas las criaturas que forman parte de él sigan allí. Para que sus vinos sean reflejo de esos suelos maravillosos. Para que la 14ª generación de la familia Velázquez pueda recoger el legado con toda su belleza. Para que la historia de la bodega más longeva en la elaboración de vino de la Comunitat Valenciana y una de las más antiguas de España, si no la que más, siga escribiendo páginas a un libro, el de la familia Velázquez, que relata fielmente la vida de un territorio desde cuatro siglos atrás.

«Mentalidad abierta, ganas de mejorar y buscar la excelencia. Al final estamos en un mundo que no regala nada, exige una dedicación y un esfuerzo excepcional respecto a otras zonas vinícolas y esto para nosotros es un reto: Elaborar vinos con alma y únicos. Vinos singulares y con personalidad. Ese es el trabajo de Los Frailes», señalan convencidos. La 13ª generación de Casa Los Frailes la conforman dos ‘creyentes’ en el origen, que caminan los suelos de Fontanars de manera delicada.

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