De Calles a Chulilla: paisaje, cultura, vinos de altura y enorme gastronomía

Queremos contarles, cuando llegue cada fin de semana, rutas sencillas que combinen belleza paisajística, cultura, el mundo del vino y gastronomía. Iniciamos el recorrido encaminándonos hacia la serranía de Valencia. Desde la capital tomamos la A-35, conocida como Pista de Ademuz. Después de poco más de 25 minutos las montañas comenzarán a ser nuestro paisaje a ambos lados. Vamos a hacer un camino que combinará varias paradas en nuestros dos sentidos de hoy. La primera de ellas tiene lugar en Calles, localidad a la que llegaremos en unos 50 minutos.

Hablar de Calles, es hablar de historia, es hablar de Romanos, el acueducto romano de la Peña Cortada es uno de los más singulares de la Comunitat Valenciana. Con el objeto de abastecer de agua a la ciudad de Sagunto, se inicia su construcción en el Azud del río Chelva a 600 metros sobre el nivel del mar, de donde se recogía el agua. Para salvar el barranco de la Cueva del Gato, se levantó un acueducto de 36 metros de longitud con una altura máxima de 33 metros.

Formado por tres arcos sobre pilares escalonados, cimentados directamente sobre la roca viva del cauce del barranco y construido con bloques de piedra cortados minuciosamente a escuadra, según la técnica romana del opus quadratum, tiene una anchura de 2,10 metros en una parte alta.

Así, tras la obligada visita al Acueducto de Peña cortada, Calles invita al visitante a permanecer en el municipio; sus angostas y blancas calles, el paso del Río Turia por el propio municipio y las diferentes áreas recreativas que éste deja a ambos lados  a su paso por el pueblo, permiten el mejor de los paseos después de una merecida degustación gastronómica tras la caminata. La Ollica de Calles, un plato eminentemente Serrano, seguro que no pasa inadvertido….

… Y en Calles se asienta Bodegas Vegamar, una de las bodegas más destacadas de la Denominación de Origen Valencia y que es, además, claro estandarte de los Vinos de Altura, como el eslogan que define a la firma. Cuenta con unas espectaculares instalaciones que pueden ser visitadas, previa cita. También disponen de menús para grupos para cerrar el círculo de una experiencia espectacular. Se puede optar también por un almuerzo más informal en la tienda situada en la bodega.

Vegamar es una de las firmas del sector del vino valenciano que más crecimiento ha experimentado en los últimos años. La llegada de Pablo Ossorio a la dirección técnica para respaldar el trabajo de la enóloga Mari Paz Quílez ha supuesto un nuevo empujón para la firma, con una reestructuración de la gama, en la que destacan los éxitos de los varietales, bajo el sello de Selección: Merlot, Garnacha, Mersegura… o su Blanco de Vegamar. También el giro dado en la parte alta de la saga, con el tinto y cava de nombre Esencia.

Una vez visitada la bodega, si uno tiene ocasión de comer en la localidad, no debe dejarla pasar. Una opción es el Restaurante La Aldea, que fusiona los sabores de siempre con un toque de vanguardia. En nuestro viaje no fue posible, les recomendamos reservar con tiempo. Por la misma carretera que trajimos ponemos rumbo a Chulilla. El paisaje sigue cautivando. Tanto el de la propia localidad como el que deja entrever la carretera que sube a Sot de Chera. Lo dejaremos para otra ocasión. La localidad es ya un reclamo precioso que justifica la parada. Su entorno lo acaba de hacer.

El municipio de Chulilla presenta un entramado medieval, con calles estrechas, irregulares y empinadas, de crecimiento espontáneo y recoletas plazas, que crean una estampa interesante para el visitante. Chulilla además presenta elementos de elevado valor patrimonial y cultural, que no hacen más que ensalzar la belleza de este pueblo de La Serranía. Chulilla cuenta con pinturas rupestres pertenecientes al periodo epipaleolítico (3500-2000 aC). Situadas en el Barranco de Falfiguera, fueron descubiertas a finales de 1998. Tras una primera observación el friso se relevó como un hallazgo de extraordinario interés por el aspecto y cantidad de las representaciones pictóricas. Las figuras representadas son unas de carácter zoomórfico y otras antropomórficas en diferentes grupos y posturas. La importancia de los hallazgos es tal que una escena de las halladas no tiene paralelos en el Mediterráneo. El municipio también cuenta con restos arqueológicos que datan de la Edad de Bronce y de Hierro, como los poblados íberos del Monte del Castillo, La Talayuela, El Castellar, etc. El Castillo fue declarado como Monumento Histórico Artístico en el año 1981… y así podríamos seguir ofreciendo argumentos que animen al visitante. Pero lo mejor es descubrirlo.

El estómago ya va pidiendo su parada. Tomamos la carretera de Chulilla a Valencia, en busca del camino de vuelta. A pocos kilómetros encontramos la pedanía de Las Bodegas de Vanacloig y el restaurante Las Bodegas, que también es complejo de turismo rural. Precioso el espacio repartido en tres comedores. Nos recomiendan un menú espectacular por 24 euros. Tres entrantes, destacando los puritos crujientes de ajoarriero. Un arroz meloso de pollo de corral en sus crestas y paletilla de cordero en dos cocciones son la elección.

Una espectacularmente lograda espuma de Gin Tonic, es el postre. Pueden optar por un menú superior, o la carta. Aquí encontrarán elaboraciones como el arroz meloso de jabalí, conejo en escabeche o la caldereta de jabalí con shiitake. La relación calidad/precio les sorprenderá. “La nueva cocina es la cocina de siempre: Se va al mercado, se ve el mejor producto y se lleva a la mesa. La cocina salió de los hogares y de los cocineros de las grandes casas burguesas para pasar al restaurante”, rememora Antonio Sola, chef de Las Bodegas, las palabras del insigne cocinero galo Paul Bocuse.

Esta ha sido la propuesta de hoy. Paisaje, cultura, enología y gastronomía, unidos en un todo para hacer de un día cualquiera, una experiencia inolvidable.

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