Los Adrianes (Restaurante Gambrinus)

José Antonio López
Los compañeros estaban hasta las narices de los dos. Cada vez que alguien requería los servicios de Adrián y “voceaba” su nombre, la respuesta le venía por estéreo. Dos voces, dos personas, respondían a la llamada de la brigada. Era un problema que se solucionó añadiendo, al nombre, la muletilla de “el bajo” y “el alto”.

Y no deja de ser simpático el escuchar en la sala de Gambrinus llamar a Adrián el alto o a Adrián el bajo. Se han hecho muchos chistes sobre esto. Todos buenos, menos mal.

Y es que, amigos, en Rumanía hay millones de nombres y miren ustedes que se vienen a España dos profesionales que se llaman igual, trabajan en el mismo sitio y en el mismo turno.

Boro y Tere los han dejado por imposibles, porque, además, los Adrianes son de esas personas que no paran de recorrer la sala y están tan pendientes del cliente que, antes que pidas algo, ya lo tienes sobre la mesa.

Y con una sonrisa y a la espera de tu aprobación por el buen servicio realizado.

Los Adrianes se sienten orgullosos de trabajar en Gambrinus. Han encontrado una familia que minimiza la ausencia de su tierra y han sabido enriquecerse con el calor humano y saber profesional de sus patrones y amigos.

Atienden a la perfección, cuidan el detalle y ponen esa nota cálida y humana que solo los buenos restaurantes tienen.

Imprescindible grano de arena que, en este caso, son dos.

Además dominan el arte del “cremaet” hasta lo insospechado.

Cuando vengan a Gambrinus disfrutarán de muchas cosas, entre ellas, la amabilidad, profesionalidad y entrega de estos dos Adrianes que se merecen, por sus valores, el título de Amigos Entrañables.

Lo son.