Miguel Velázquez: “Casa Los Frailes es el lugar en el que hemos sido felices desde niños”

Farmacéutico de formación, Miguel se considera un bodeguero de bodega, de los de tirar manguera, hacer remontados… Le ruboriza la notoriedad y le gusta saborear los buenos momentos recordando que Los Frailes es una bodega familiar.

Texto: Jaime Nicolau / Fotografía: Fernando Murad

La decimotercera generación de la familia Velázquez escribe una de las historias más bellas del mundo del vino valenciano: Casa Los Frailes. Carlos Velázquez es el responsable tácito de que sus hijos, María José y Miguel, apostaran sin vacilaciones por embotellar un paisaje que adoraban y en el que correteaban de niños. Desde entonces el proyecto no ha dejado de dar pasos cortos pero seguros.

María José Velázquez es una piedra angular en el proyecto. Comenzó llevando la parte de exportación desde Centroeuropa, donde desarrollaba su profesión de financiera. Pero el proyecto creció y apostó con su hermano por él, tomando el guante lanzado por su padre. Hoy es además pieza fundamental en la viticultura, una parte vital en una bodega que trabaja la agricultura ecológica y la biodinámica. En esta última parcela han crecido notablemente en los últimos años. Miguel Velázquez transmite a la vez pasión, calma y madurez. Él cambia siempre esta última por bisoñez para hablar de un proyecto que cree que solo alcanzará la madurez con el pasar de las generaciones Velázquez. La pasión le viene en vena. Él y su hermana María José crecieron felices en la finca de Fontanars dels Alforins en la que se ubica la bodega. Es también la casa familiar que agolpa a empujones millones de recuerdos en sus retinas. Es el hogar de las sonrisas y los momentos felices. También el de alguna lágrima. Es la vida en sí misma. Por eso la parte de pasión es innegociable. Les viene en los genes. La calma la transmiten a través de los años y las vendimias. Del aprendizaje constante que marca su día a día. Ese que hace que no quieran ni oír hablar de madurez, para eso queda mucho. Creen que para escribir páginas de ese calado es necesario que transcurran varias generaciones de la familia. La conversación es de las que no terminarían nunca. De esas de café ilustrado. De las que no paran de brotar ideas bellas, siempre cargadas de verdad, de corazón y de compromiso con todo lo que les rodea. 

5b.- ¿Cómo llega la actual generación de la familia Velázquez a Casa Los Frailes y al mundo del vino y por qué?
Miguel Velázquez.- Pues no tiene mayor secreto que por culpa, en el buen sentido de la palabra, de mi padre. Él fue el que nos conminó a mi hermana María José y a mí, a tomar una decisión con la bodega y apostar por elaborar los vinos de nuestras viñas en casa. Cuando mucha gente de nuestra zona, en Fontanars dels Alforins, estaba apostando por llevar todo el vino a la cooperativa, mi  padre vio que era momento de hacerlo por nuestra finca. Para mi hermana y para mí, realmente era un sueño porque era apostar por el lugar en el que nos hemos criado, era apostar por el sitio en el que hemos sido felices, por sus paisajes, sus tierras y sus gentes. Así que todo fue muy fácil aunque ninguno de los dos teníamos una formación específicamente vitivinícola. Mi hermana es economista y ha hecho su carrera en Centroeuropa, así que empezó llevando toda la parte de exportación desde allí. Después cuando el proyecto cogió raíces tuvo que volver y hoy lleva mucho del peso del proyecto. Yo soy farmacéutico, que algo más tiene que ver con el mundo del vino, pero me considero un bodeguero de bodega. De patear la tierra, comprobar depósitos, tirar manguera… En fin, así es como se fue cuajando el proyecto de Casa Los Frailes.

5b.- ¿Cuál dirías que es la esencia del proyecto de vuestra bodega?
M. V.- Pues yo te diría que ser fieles con esa tierra, con esos paisajes. Ser sinceros con lo que nos da el territorio y nos hace diferentes y apostar por ello. Yo creo que tenemos todavía cierta bisoñez. Hemos ido aprendiendo a la vez que andando el camino. Corrigiendo errores y caminando hacia poner en valor ese patrimonio de la zona de Terres dels Alforins que es excepcional. Poner en valor esos paisajes, las variedades que nos hacen diferentes como la monastrell, nuestros suelos… Creo que tenemos muchos puntos en los que apoyarnos a golpe de ser diferentes a través de lo que nosotros tenemos que no tienen otras zonas productoras. Pero si me preguntas cuál sería mi sueño como esencia de Casa Los Frailes te diría que ser capaces de poner en cada botella de vino un trocito de nuestro privilegiado territorio.

5b.- ¿Hacia dónde te gustaría que se escribiera el futuro de Casa Los Frailes?

M. V.- Pues aunque parezca que vuelvo al mismo punto es que estoy convencido de que es así. Yo creo que debemos seguir aprendiendo diariamente a entender lo que tenemos y lo que nos hace diferentes. Debemos ser humildes y tener la sinceridad de corregir nuestro camino. Yo siempre digo que aprendo mucho en cada vendimia. Y ese creo que debe ser el futuro. Creo que los proyectos maduros necesitan de varias generaciones para construirse. Así que me gusta imponerme esa autoexigencia del aprendizaje continuo como camino para seguir mejorando cada día. 

5b.- Fuisteis una de las bodegas pioneras en apostar por la ecología hace décadas y después disteis un paso más con la biodinámica.
M. V.- Desde el principio tuvimos claro que la ecología debía ser parte del proyecto y de esto hace ya algunos años. Lo hicimos por convencimiento. Creemos que el respeto a unas tierras que han laborado cientos de generaciones merecen ser legadas a las futuras generaciones, al menos, como las encontramos si queremos que sigan siendo lo productivas que son ahora. Después dimos un paso más incorporando la biodinámica. Me gusta explicarla diciendo que es la interacción entre lo animal y lo vegetal en perfecta armonía. Beneficiándose los unos de los otros. Es la única manera de que esta rueda pueda seguir girando.

5b.- ¿Sentís el orgullo del paisanaje cuando se ven brillar proyectos como Casa Los Frailes?
M. V.- Por supuesto. Es que creo que lo más bonito es buscar ese fin. Construir un relato que haga que se sientan orgullosos. Es aquello del paisaje y el paisanaje. No hay que olvidar que las bodegas ocupamos territorios de interior, de esos a los que la industria y el turismo ha dado la espalda durante años. Y a través de estos proyectos podemos dar brillo a unas tierras de las que todos nos sentimos orgullosos, tanto nosotros como la gente de pueblos como en nuestro caso es Fontanars dels Alforins. Creo que ese relato debemos escribirlo entre todos.

5b.- ¿Es el enoturismo uno de los caminos para construir ese relato de territorio?
M. V.- Estoy convencido de que es uno de los caminos. Para bodegas y pueblos pequeños es fundamental que la gente venga a visitarte a tus instalaciones y que vean que todo el relato que cuentas es real. Que toquen, sientan y disfruten los paisajes. Que vean cómo hacemos los vinos. Que descubran tesoros de bodegas antiguas enterradas como las ‘bodegas fondas’ de la zona. Que descubran los puntos de interés turístico, nuestra gastronomía, nuestras tradiciones, nuestros pueblos, nuestra cultura. Creo que es fundamental.

5b.- ¿En vuestro caso Terres dels Alforins ha marcado un punto de inflexión?
M. V.- Sin duda. La Asociación de Terres dels Alforins nació como la unión de una serie de bodegas comprendidas en el territorio que delimitan La Font de la Figuera, Moixent y Fontanars dels Alforins para pelear por unos valores que entendemos que compartimos. Nació con una filosofía preciosa de ‘Vins de Paisatge’ y ha ido asentándose en torno a los mismos valores. El objetivo era poner en valor este territorio, sus pueblos, su cultura, su gastronomía y sus tradiciones y sigue siendo el mismo. En ese movimiento yo he aprendido mucho de personas como Pablo Calatayud o Rafa Cambra… y sigo aprendiendo e intentando llegar a estar a su altura. Terres dels Alforins nos ha aportado mucho a todas las bodegas pero también a las gentes de los pueblos. Los moixentins, fontins o alforiners están hoy orgullosos de lo que representa Terres dels Alforins. Hemos trazado un camino precioso y hay que seguir caminándolo.

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