Marisa y Roberto bajan el telón de su magnífica obra: “La Firma”

Jaime Nicolau

La vida es una gran obra de teatro a la que el suceder del tiempo va sumando personajes. Marisa García y Roberto Pedrosa llegaron al barrio de Cánovas para entrar en nuestro corazón para siempre. Curiosamente ambos, ellos y 5barricas, elegimos diciembre de 2014 para levantar el telón. Y lo hicieron con una filosofía muy de antaño y muy de sus orígenes asturianos y leoneses de convertir un restaurante en la segunda casa de los parroquianos. No es Valencia una plaza fácil para abrir un restaurante con esencia y mucho menos el centro de la ciudad. Pero cuando uno, en este caso dos, tienen tan claro cual es su camino y no se salen de él vengan las curvas que vengan, todo es mucho más fácil. Roberto es el gamberro de la pareja. La sala es suya. Marisa es la dueña de una cocina por la que han transitado los clientes con la naturalidad de quién se siente en casa. Y la fórmula no falla pues se ganaron  un buen séquito de fieles clientes que han disfrutado de un lugar entrañable. Ahora esa obra toca a su fin. Después de superar travesías en el desierto tan duras como la pandemia han decidido bajar el telón traspasando un negocio del que se siente especialmente orgullosos. Roberto sufrió con dureza los efectos del Covid, que hicieron que no pudiera ser esa mitad del proyecto que siempre ha sido para Marisa. Ella, una mujer de carácter y fuerza, echó para adelante con todo. Pero ese esfuerzo no podía prolongarse eternamente. El tiempo les ha puesto delante una oportunidad que, con este escenario, no podían dejar pasar.

Nos sentamos, por penúltima vez, en la terraza de La Firma para charlar con ellos, despedirnos y dedicarles el homenaje que merecen. Conversación sosegada, como siempre profunda, como siempre cargada de pasión, de verdad  y de sentimientos enfrentados. La Firma ha sido su gran obra y lo saben, por eso cuesta tanto bajar el telón.

“Todo empezó el 22 de diciembre del 2014. Nos tocó el Gordo” rompe el hielo Roberto. “Era una asignatura pendiente que teníamos. Habíamos estado en Silla, en Picassent y la asignatura que teníamos era venirnos a Valencia. Y lo conseguimos al final. Han sido años muy duros, no éramos conocidos y veníamos de una tierra que se trabaja distinto. Pero el balance de todos estos años es muy positivo”, analiza. “Yo no sabía hacer paella cuando llegamos a estas tierras. Aprendí mucho en nuestra etapa en Picasent, fue una academia para mi”, señala Marisa.

Hablamos de lo complicada que es la plaza de Valencia para montar un restaurante y, especialmente, el centro, pues ellos desembarcaron en Grabador Esteve, junto a la Plaza Cánovas. “Sí que es complicada Valencia, sí” confirma Roberto. “Llegar a un barrio lleno de franquicias es para valientes. Pero la verdad es que nos hicimos rápidamente con una parte importante del barrio, clientes por los que nos sentimos muy queridos y muy arropados. Con otros se notan las chispas pero tenemos un carisma que nos da igual y siempre le buscamos el lado positivo a las cosas”, continúa Roberto sonriendo. “Esa parte del barrio que nos abrió los brazos nos ha dado una gran estabilidad. Hay clientes que son amigos. Que pasaron de ser clientes a ser amigos. Grandes amigos de ofrecerte su casa, de ir de cenas y comidas con ellos. Es decir, la verdad es que nos sentimos arropadísimos por la gente, muy arropados”, añade.

Y llegó la maldita pandemia y todas nuestras vidas se pararon. Fueron tiempos muy duros para la hostelería. “Yo me quedo con lo bueno. En cuanto pudimos abrir los clientes se volcaron con nosotros. Parecían decirnos  habéis hecho tanto por nosotros, sin pedir nada a cambio, que ahora nos toca apoyaros. Salían más a comer y cenar y la verdad es que en esos momentos se lo agrecimos mucho”, recuerda Marisa.

Y ahí se marcó un punto de inflexión. La pareja estaba acostumbrada a apoyarse en el otro 50% en los momentos duros. Roberto, que era su media costilla en el negocio, dejó de poder estar en la sala. “La verdad es que lo llevé mal y lo sigo llevando mal. La sala para mí era todo. El COVID me dejó unas secuelas tremendas para no poder trabajar. Eché de menos y echo de menos el estar en la sala tratando a esos clientes que antes de entrar a la mesa pasan por cocina, saludan a Marisa y le preguntan ¿qué tienes por ahí?”, señala emocionado Roberto. “Me duele el que haya tirado Marisa como ha tirado, pero por otra parte estoy agradecidísimo y orgullosísimo de que tirara con todo. No hay quien la tire abajo“, reconoce con los ojos humedecidos.

Les proponemos un ejercicio final. ¿Si tuvierais que poner un epílogo para bajar el telón cuál sería?

La Firma de Roberto: “Gracias por hacernos sentir lo que hemos sentido. Gracias por habernos dado la confianza que nos habéis dado. Si La firma tiene hoy un nombre es también por el cariño de nuestros clientes, por ese boca a boca que dicen que funciona pero nadie lo ve. Esperamos haber estado a la altura de lo que esperaban porque hemos puesto todo el corazón en hacerlo y lo volveríamos a hacer una y mil veces por ellos”.

La Firma de Marisa: “Yo les diría que juntos lo conseguimos. Y ahora seguiremos juntos, pero de otra manera. Nos tomaremos los vinos juntos o esa buena copa de cava porque seguirán siendo amigos para toda la vida”.

Y así baja el telón de La Firma. La gran obra de Roberto y Marisa. Os esperamos para esa copa… amigos!

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