III Jornadas sobre Microbodegas: Donde lo pequeño puede ser muy grande

Rafael Apolinar

Este mes de junio tuve la fortuna de asistir a las III Jornadas sobre Microbodegas o, al menos, a una parte de tales jornadas. Organizadas por la CCPV-COAG (Coordinadora Campesina del País Valenciano), por motivos de agenda no pude asistir al primer acto, que consistía en la visita a algunas de las bodegas participantes. Sin embargo, pude desquitarme de tal ausencia en el segundo acto en el que, mediante el formato de tipo mostra, una docena de microbodegas presentaban sus vinos en el incomparable Museo de San Nicolás, en Requena. La deliciosa mañana dio para conocer de primera mano otros puntos de vista enológicos, esos otros que no siempre aparecen fácilmente accesibles para los amantes del vino. En los muros del museo resonaban, de fondo, guitarra, cajón y voz flamenca, envolviendo al visitante en una autenticidad ­– muchos afirmarían que en la pureza –tanto sonora como gustativa.

La ocasión me permitió catar algunos vinos elaborados a partir de variedades que, aunque muchas de ellas autóctonas (ojo: no todas), se encuentran muy poco difundidas, al menos de momento, en nuestra geografía vitivinícola. Por suerte, lo que ayer fue un movimiento de diástole puede hoy transformarse en uno de sístole, pasando así de la distensión a la expansión de las bondades de todas estas uvas. Sirva como ejemplo la variedad royal, de la que Juan Piqueras y Susana L. Arce, en Bodegas Pigar (Campo Arcís), elabora un espumoso rosado por el método ancestral con notas golosas y muy diferenciadas. De manera similar, Joan Gómez, en la bodega Setvins de la Muntanya (Siete Aguas), elabora el vino La Divisòria empleando un 90% la uva caladoc (ya les avisé antes: no todas autóctonas). Esta variedad de uva tinta fue creada a partir del cruce entre la carnacha y la côt por Paul Truel en la década de los 50 del pasado siglo en el prestigioso (y, tras haber trabajado allí durante casi diez años, tan querido por mí) INRA de Montellier. Para quienes lo desconozcan, côt es una sinonimia de la conocida malbec: argentina de adopción, francesa de origen. No me olvido de la personalísima y seductora riesling que Raúl Navarro, apasionado de la viticultura biodinámica, elabora en Bodegas Calagata.

Fueron momentos de serena conversación, de intercambio de perspectivas, de escuchar ilusiones, problemáticas y rutas alternativas para llegar a un mismo lugar: una copa de vino que disfrutar. La mayoría de los que caté me encantaron, aunque, no les voy a engañar, alguno que otro no tanto; esto no es exclusivo de estas Jornadas, dándose así en cualquier degustación o reunión enológica. Sin embargo, no duden de que todos y cada uno de ellos han respetado, desde el viñedo a la botella, los valores y las técnicas de los vinos ecológicos. De entre aquellos que me sedujeron, y dado que si enumerara cada uno de ellos acabaría aburriéndoles, me gustaría destacar cinco. Ya saben: aquello de que son todos los que están…

Le Vermentino 2021 de la bodega Dussart-Pedrón es un vino de tenue color amarillo pajizo. A las muchas notas en nariz de fruta de hueso (nectarina) y alguna de corte tropical les acompañan toques cítricos. Tenso en boca gracias a su bella acidez, no olvida cierta sedosidad gracias a su crianza durante seis meses en barrica de roble francés. Silvia y Benoît también elaboran, en la bodega familiar antes mencionada, el tinto Le Grenache 2019. Tras una crianza de 7 meses en barricas de roble francés y en tinajas, a día de hoy desborda una agradable finura tanto en nariz como en boca. Destacan sus delicados aromas a fruta roja (frambuesa y fresa) envueltos en una muy ligera pincelada de tostados. En boca se revela sutil y, pese a no ser un vino carnoso, largo.

Elaborado por Verónica Romero Viticultura, el vino tinto Duarte se exhibe poderoso aromáticamente, con recuerdos a violeta y mora madura. Fluido, fácil de beber y de sensaciones golosas (que no dulce, atención los neófitos…), inunda las papilas gustativas con un placentero sabor a frutos del bosque. Y es que, elaborado a partir de uvas de bobal (60%) y tempranillo (40%), los racimos de esta última devienen vino mediante la técnica de la maceración carbónica, explicándose así su marcada personalidad. No quiero dejar de destacar el estilo su etiqueta, que marida de manera excelente el interior y el exterior de la botella.

Bodegas Ferrer-Gallego siguen fascinándome con su Endémic 2020. Bobal (y muy bobal…) en su totalidad, el mosto fermenta gracias a la acción de las levaduras procedentes de la propia uva. Posteriormente, a este vino no se le añade ni sulfuroso ni cualquier otro tipo de aditivo, al igual que tampoco se clarifica ni se filtra. Muy complejo y elegante, en nariz aparecen potentes aromas de grosella roja y cereza, pero también de cacao y, más leve, de especia de clavo. Alegre en su acidez y con un tanino incisivo pero muy bien integrado. Larguísimo en boca, puro equilibrio.

Desde Bodegas y Viñedos Sentencia llega el Moskatel Naranja – así aparece en la etiqueta – Las Bairetas. Como me cuenta Alberto Padrón, se trata de “un vino prácticamente sin intervención”. Expresivo, con toques aromáticos de corte cítrico (mandarina) y una punta de tenue néctar, en boca es muy fluido, ofreciendo una pizca de amargor final que le beneficia.

Me gustaría subrayar el activo y valioso papel de la reconocida Escuela de Viticultura y Enología de Requena en estas Jornadas, en la que se han formado la mayoría de los enólogos y enólogas presentes. En sus palabras no solo se percibía el conocimiento allí adquirido sino también el cariño hacia la misma. Aprovecho para indicar a quienes tengan interés en formarse en estas apasionantes disciplinas, que no lo duden y contacten con la Secretaría del centro (https://www.escuelaviticulturarequena.es/secretaria/matricula/ ). No se arrepentirán, se lo aseguro.

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