Felipe Gutiérrez de la Vega, el maestro del vino dulce que desafía las modas

Felipe Gutiérrez de la Vega en su bodega. // Fotografía: Bodegas Gutierrez de la Vega

Luca Bernasconi

Si el vino va a ser el nuevo enemigo de los healthies, el vino dulce es la encarnación misma del anticristo. Sin embargo, desafío a cualquier hipster, woke, musculito y/o nutricionista iluminado a debatir con el veterano y carismático Felipe Gutiérrez de la Vega sobre las virtudes y cualidades de la ‘miel’ fermentada. Ochenta años de pura vitalidad y determinación, nuestro protagonista lleva casi cincuenta dedicado al mundo del vino, con la moscatel dulce (no confundir con la mistela) como estandarte.

Oriundo de Madrid, se formó en la marina militar, llegando a comandante. En su etapa en la milicia se encargó del aprovisionamiento de víveres y bebidas que servían para sosegar a los tripulantes durante los recorridos por los siete mares. Fue el flechazo por una guapa hija de Jávea lo que le empujó a cambiar el uniforme blanco por las tijeras de podar y la pipeta del bodeguero.

Aprendió del tío de la mujer, ese Raimundo que aparece en una de las cuvées de la bodega, quien se mofaba del coqueteo del joven inexperto con las variedades tintas. En los ochenta, la familia se traslada a Parcent para acercarse al corazón del cultivo de la moscatel en la Marina Alta: Xaló.

Las viñas de la bodega se ubican en la localidad alicatina de Parcent.

En Xaló, Felipe se topa con un agricultor, Gabriel, que se convertirá en el proveedor oficial de uva de la bodega. De sus diez hectáreas, repartidas en cuarenta miniparcelas, salen los racimos que alimentan los vinos de Gutiérrez de la Vega que, básicamente, trabaja con las variedades moscatel, giró (ellos insisten en diferenciarla de la garnacha) y monastrell.

Felipe, que tuvo que compaginar la labor de vigneron con la de inspector de hacienda durante una larga temporada, es un visionario y un innovador. Fue el primero en vinificar la moscatel en seco y quiso reivindicar el potencial de la moscatel dulce para elaborar vinos a la altura de los néctares de renombre que tuvo la suerte de poder degustar durante su etapa de marino.

Empezó una revolución con respecto a la mistela de la zona, tanto por calidad como por precio, que llevará su Cosecha Miel a compartir podio con los grandes vinos dulces de la península, recuperando una tradición de esplendor en horas bajas.  

El otro amor y pasión familiar es el fondillón, otra joya del Mediterráneo levantino en peligro de extinción que fue objeto de estudio durante años por parte suya y de su consorte, influenciada por la afición paterna hacia la monastrell dulce. Sus convicciones, y sus diferencias con la DO de Alicante a raíz de la interpretación del fondillón, le llevaron a abandonar la denominación de origen en 2014.

Violeta Gutiérrez de la Vega aporta frescura a la firma.

Los vinos de la bodega tienen nombres inspirados por la pasión melómana de Felipe y por su afición a la literatura; solo el Tío Raimundo es un tributo a los orígenes de la saga. Casta Diva, Furtiva Lágrima, Recóndita Armonía, etc. son apelativos que inspiran al enópata y que le preparan para el goce de todos los sentidos. Vinos con un potencial de guarda tremendo, capaces de emocionar a todo tipo de público.

Desde el 2007, le ayuda su hija Violeta, que aporta conocimientos adquiridos en Burdeos, esa sensibilidad típicamente femenina y las nociones enciclopédicas derivadas de las múltiples catas con su pareja, Alberto Redrado. El Cosecha Miel fue uno de los elegidos para las bodas reales de Felipe VI, causando cierto revoloteo mediático, aunque los conocedores en profundidad de la familia ven en esta elección una cáustica ironía.

Invito a mis cinco lectores a visitar la bodega, una preciosa casa de pueblo restaurada en el centro de Parcent, y disfrutar de la pasión y de la energía que transmite Felipe. Este gran enamorado de su tierra de adopción e incansable defensor de sus vinos tradicionales tiene aún mucho que aportar a la enología valenciana e infinitos conocimientos a transmitir a las generaciones venideras.

¡Brindo por ti, maestro!

Salut!

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